• El foro de relojes de habla hispana con más tráfico de la Red, donde un reloj es algo más que un objeto que da la hora. Relojes Especiales es el punto de referencia para hablar de relojes de todas las marcas, desde Rolex hasta Seiko, alta relojería, relojes de pulsera y de bolsillo, relojería gruesa y vintages, pero también de estilográficas. Además, disponemos de un foro de compraventa donde podrás encontrar el reloj que buscas al mejor precio. Para poder participar tendrás que registrarte.

Cord Corporation.

  • Iniciador del hilo mmg2
  • Fecha de inicio
Estado
Hilo cerrado
mmg2

mmg2

Habitual
Sin verificar
Cord Corporation Volumen 1 - E.L. Cord

lostimage.jpg


Errett Lobban Cord (Missouri, 1894-1974) fue un tío sensacional. Uno de aquellos pocos elegidos que realizó el sueño americano: su padre era gestor general de cualquier cosa y de nada con lo que hacerse rico. Él, su hijo, levantó un imperio industrial del transporte, el cual llegó a aglutinar numerosas marcas de todo aquello que tuviera que ver con coches e, incluso, con aviones. Mediante él se convertió en una de las personas más influyentes de los Estados Unidos.

Este hombre hecho a si mismo relanzó a Auburn con sus verdaderos modelos clásicos, aquellos de los años veinte y treinta que os aseguro que tenéis en la cabeza; y a Duesenberg, uno de los buques insignia, quizá el mejor, de la automoción mundial. Además, le puso su nombre a, posiblemente, los coches más atrevidos de América.

Jugó en la bolsa; lo hizo también con la mafia. Por ello tuvo que exiliarse y vivir un tiempo en Europa. Después, ya de vuelta en casa, el fisco le persiguió implacablemente hasta conseguir que, de manera voluntaria, liquidase su imperio. Cuenta kilómetros a cero.

lostimage.jpg

Cord 812, 1937

Supervendedor

A la altura de 1910, en Los Angeles, un joven Cord de quince años empezó vendiendo coches porque no le gustaba el colegio. En realidad, desde siempre se le conoció como el supervendedor, el cual antes de cumplir los diecinueve ya había perdido y ganado tres veces 50.000 $. Si tenemos en cuenta que un coche para la clase media costaba por aquel entonces unos 2.000, salen mejor los números.

Entretanto, tuvo tiempo de aprender en profundidad cómo funcionan esos diablos que tanto nos gustan. Para ello experimentó vistiendo a varios Ford T de speedster y los puso a competir. Ganaba, algo que aumentaba sus ventas: así es como descubrió que un coche no puede pasar sin éxitos deportivos. Para triunfar en la calle, ha de laurearse en el circuito.

Nunca le tembló la mano para deshacerse de posesiones materiales. Es el caso de los automóviles que acabamos de mencionar; un medio para crear felicidad, nada más. Una manera de vivir, de gastar nuestro tiempo mientras procuramos engrandecer la dignidad, lo único que no nos llevaremos a la tumba.

lostimage.jpg


Caer y levantarse, ése es el credo de Errett Lobban Cord. En una de esas ocasiones, durante el trascurso de 1918, en que se trataba de hacer por enésima vez lo segundo, llegó a Chicago con 45 dólares y una carta de recomendación. Ésta última le valió un empleo en la Quinlan Motor Company, distribuidora de los automóviles de lujo Moon.

Me pregunto de dónde salen esta especie de monstruos capaces de intuir en tiempo real lo que nos está pasando por la cabeza. En cierta forma, me acojona la gente que siente más de lo normal, que sabe en todo momento lo que estás pensando. El sueño americano existe porque el presidente es negro, pero sólo tip@s excepcionales cómo Cord o el mismo Obama son capaces de vivirlo con los ojos abiertos.

Creo que no son tanto las posibilidades de promoción norteamericanas, que aún con todo tradicionalmente han sido mayores que las europeas; como la capacidad de estos seres con su formidable don de, estimulados por el mito popular, colarse a través de los resquicios de las murallas elitistas.

lostimage.jpg


El imperio

Aprovechando su talento, el supervendedor llegó en menos de cinco años a la dirección general de la Quinlan. El siguiente paso lógico que cualquiera ejecutaría desde ese puestazo y durante la euforia de la bolsa de 1923, es empezar a jugar fuerte en dicho casino global. Por tanto, compró acciones de la rentable compañía.

Es así como puso los cimientos su inminente emporio, el cual nació definitivamente cuando meses después, durante un viaje a Indiana, se encontró con la agonizante Auburn. El problema de esta marca fue que se olvidó de crecer, lo que hizo que, paulatinamente, fuese perdiendo la capacidad de competir contra unos actores cada vez más concentrados en el mercado estadounidense de turismos de clase media.

En 1918 la sociedad había pasado a manos de un grupo financiero de chicago que no puso el dinero necesario para que los fabricantes del modelo de exótico nombre Beauty Six (cilinders) pudieran, como acabamos de decir, apropiarse de una porción de la tarta lo suficientemente jugosa.

lostimage.jpg

Duesenberg SJ Speedster, 1935

Aún así, a la altura de 1924 los capitalistas seguían en busca de rentabilidad para su inversión. Enterados del advenimiento de E.L. Cord, le pillaron por banda y le ofrecieron dirigir Auburn. Él les contestó que no aceptaría a menos que tuviese un completo poder de decisión, el 20% de las ganancias y la opción de comprar la compañía una vez saneada.
Puñetazos en la mesa. Pero, sin embargo, al final tuvieron que rendirse a la evidencia de que jamás iban a encontrar a nadie con un deal mejor.

Aquí comienza la historia de la Cord Corporation, perteneciente a un advenedizo que no formaba parte ni de la aristocracia automovilística ni de las élites del país. Llegaría a tener a ambos colectivos bailando al son de la música que decidió tocar.

lostimage.jpg


Continuará...
(Nota: Los coches de las fotos sin pié (no me las quiero cargar), por orden de aparición, son los siguientes: Auburn 851 (1935-37), Duesenberg J Fernandez & Darrin Victoria (1933) y Duesenberg SJ Rollston Convertible Coupé (1935)).

Cord Corporation Volumen 2 - Auburn

lostimage.jpg
Auburn 12-160A Speedster: V12 160 CV, 1932

Ayer os estuve contando acerca del hortera y genial E.L. Cord. Escribí sobre que tenía el don de gentes imprescindible para realizar el sueño americano. Gracias a éste, durante los años veinte pasó de vendedor de coches a presidente de un imperio del transporte que llevaba su nombre.

El supervendedor Cord era un advenedizo. Es decir, no pertenecía ni a la vieja aristocracia automovilística pionera de Detroit ni mucho menos a las élites estadounidenses. Por ello, fue mal recibido y peor considerado cuantos más y mejores negocios arrebataba a la competencia.

Cometió irregularidades fiscales y la agencia tributaria post crack del 29 fue a por él. Le obligó a capitular y liquidar su corporación, hecho con el que su vida en el paraíso llegó a su fin. Sin embargo, en herencia dejó tres dioses de la automoción norteamericana: Auburn, Cord y Duesenberg. Veamos el primero de ellos.

lostimage.jpg


El mercado norteamericano y la híbrida Cord Corporation

Antes de entrar en materia hay que precisar un par de cosas más para que contextualiceis correctamente el artículo.

En primer lugar, dentro del mercado estadounidense de la los años veinte y treinta nos encontramos con dos tipos de fabricantes: los gigantes, como la General Motors, Ford o Chrysler, los cuales practicamente tenían una marca para cada segmento; y los constructores independientes, del tipo de Packard, Studebaker o Nash, con sólo un nombre.

En segundo y último, la Cord Corporation es una especie de híbrido entre ambos. Su dueño compró Auburn, la pieza principal del puzzle, dirigida a la clase media. Despues añadió Duesenberg, los Bugattis americanos, que le daban fama pero no dinero. Finalmente, inventó la Cord, su propia marca, escalón intermedio entre las otras dos y que fue un fiasco comercial.
Poseyó también Lycoming, una fábrica de motores; y LaGrande, carroceros. Además de intereses en aviación y demás transportes. Por tanto, era una especie de fabricante independiente que había comprado lo necesario para motorizar y carrozar sus vehículos.
Dicho esto, vamos allá.

lostimage.jpg
Auburn 6-66 Touring, 1927

Los años de éxito

Tal y como leíais en el primer post, Auburn (Indiana, 1900-37) fue una perfecta mediocridad hasta que, en 1924, Cord asumió el mando. El asunto, en un principio, no pintaba nada bien: Tenía setecientos Beauty Six en stock que había de vender si quería evitar la bancarrota de la compañía y emprender su relanzamiento.

La cosmética, como por ejemplo pintura en dos colores o molduras niqueladas, le permitió sacárselos de encima en apenas un año. A continuación, en el bienio 25-26 cuatriplicó las ventas gracias, en gran parte, al motor ocho cilindros que puso a la venta. El resucitamuertos seguía en forma.

Ahora bien, podía hacerse aún más: venderse mejor. Cord sabía muy bien que lo más importante para una marca es dotarla de una imagen diferenciada. Para ello, se decidió a crear uno de los speedsters más bellos de la época clásica, el 8-88.

lostimage.jpg
Auburn 8-90 Speedster, 1929

Carrocería biplaza de cintura baja, pintada en tres tonos y con un minísculo parabrisas inclinado. Deportivo y fascinante con su trasera nautica, encandilaba a los conductores más jóvenes. Todas estas características hicieron del Speedster el señuelo perfecto para que la mayoría de clientes potenciales de la Auburn, no tan atrevidos como para comprarlo, adquirieran el resto de modelos absolutamente convencionales.

Además, le hicieron pasar por boxes y tirarle los trastos a los grandes deportivos esdounidenses del momento, como por ejemplo Stutz o Paige, cuyos precios triplicaban los de los coches de Cord. Logicamente no les mojó la oreja, pero el 8-115 (evolución de dicha potencia del 88) sí consiguió tiempos homologables al rodar a casi 200 kilometros por hora en Daytona.

Finalmente y llegados a este punto, el chico prodigio puso dinamita al hacer creer que la casa producía en serie limitada. Gracias a ello las ventas de 1927, sencillamente, viajaron a la luna. Por su parte, las de 1929 contituyeron lo más lejos que llegaría Auburn, situándola decimotercera en la clasificación nacional.

lostimage.jpg
Auburn 8-90 Speedster Boattail, 1929

La crisis y el principio del final

Y entonces… sucedió. La confianza, la tierra que sostenía y sostiene Wall Street, se abrió; precipitando al mundo a través de las mismas ventanas de los rascacielos por las que se tiraban los brokers arruinados. Como no podía ser de otra manera, las ventas de automóviles cayeron en picado.

Pero, curiosamente, no serían los efectos económicos de la crisis negra los que tumbaran a Auburn. Gracias a la concentración vertical del imperio de Cord y tal y como atestiguó la prestigiosa revista Business Week, aguantó el tipo bastante bien.

Es más, en 1932 se lanzó a producir el V12 más económico del mercado, con unos memorables 160 CV a 3.500 RPM. Empotrado en la pertinente carrocería speedster, el 12-160 invitaba ser conducido. Fuerte.

lostimage.jpg
Auburn 12-160A Speedster, 1932

Más bien, lo que sí borraría del mapa a la marca de Indiana fue el cambio de mentalidad que provocó el batacazo económico. Antes, la gente admiraba, quería ser como esos ricos que jugaban en bolsa y que habían alumbrado a la sociedad de consumo actual. Era como para hacerlo: el nivel de vida había aumentado hasta cotas impensables hacía quince o veinte años.
Ahora los despreciaban. Por tanto, un coche como el 8-125 o el 12-160 que vendía asemejarse a los aristócratas financieros no podía seguir triunfando. La clase media ya no quería tener nada que ver con aquellos cuyos errores habían provocado el infierno sobre la Tierra que fueron los años treinta del siglo XX.

Auburn, simplemente, pasó de moda a la altura de 1933. A ello contribuyó fuertemente el que su dueño hubiera tenido que huir de la mafia y el fisco a Europa. El creador de imagen se había marchado, dejando la clave de bóveda de su emporio automovilístico en manos de dos directivos de la Duesenberg.

lostimage.jpg
Auburn 851 Speedster, 1935

El canto del cisne

Gordon Buehrig y August Duesenberg, tal y como como hemos dicho al comienzo, fabricaban Bugattis a la americana que, muy probablemente, eran mejores que éstos. Ambos encarnaban, respectivamente, a unos magos del diseño y la ingeniería los cuales no tenían ni idea de hacer negocios.

Ante el descenso continuado de las ventas de Auburn, optaron por renovar el gancho comercial Speedster. Sin embargo, no variaron el enfoque publicitario tradicional y dotaron al coche de una carrocería aerodinámica que, si bien cortaba la respiración, era ostentosa. No podía ser de otra forma: eran 12-160’s reciclados.

El nuevo 851 de 1935, no obstante, llevaba un ocho cilindros de 115 CV que, sobrealimentado, acariciaba unos celestiales 150. Los tubos de escape flexibles que salían del capó, seña de identidad de la Cord Corporation, no hacían más que conferirle un aspecto aún más imponente.

lostimage.jpg
Auburn 851 Speedster, 1935

Lamentablemente y como era de esperar, no tuvo éxito. Esta vez incluso encontró competencia familiar en el alucinante Cord 810.

El supervendedor regresó en 1936 a los Estados Unidos pensando que la tormenta había pasado. Nada más lejos de la realidad: el fisco le cayó encima enseguida y al año siguiente hizo que liquidara su imperio. Irremediablemente, Auburn fue vendida junto con todo lo demás y a partir de entonces se dedicó a la fabricación de aparatos de aire acondicionado.
Sus automóviles legendarios, sin embargo, permanecen.


Fuente:Motorpasion.
 
Estado
Hilo cerrado
Atrás
Arriba Pie