Jesús
Gran Cruz al Mérito Forero
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Gran cruz
https://www.abc.es/espana/madrid/ab...miedo-201001220300-1133244606326_noticia.html
El primer episodio de violencia de género del año tuvo como escenario Brunete. Ivana Sanz Fanego, de 36 años, y madre de dos niñas de 9 y 10 años, murió ayer en su domicilio del municipio poco antes de la una de la tarde. Presuntamente, a manos de su ex pareja, Sergio, de 32. Éste se ensañó asestándole, nada más abrir la puerta, veinte puñaladas por todo el cuerpo. Cuando los efectivos del Summa llegaron no había nada que hacer. La Guardia Civil detuvo al supuesto asesino cuando aún permanecía en la casa, con el arma homicida y manchado de sangre por todas partes.
Víctima y agresor, según cuenta José Iván, quien mantenía una relación con Ivana desde principios de 2010, habían sido pareja durante un año, pero ella lo dejó dado el carácter de Sergio. «Tiene una orden de alejamiento con su anterior mujer y con sus dos gemelos. Tiene un juicio pendiente por haber atropellado a su suegro y es muy violento. Además, no hacía nada ni trabajaba ni ayudaba en casa. Ivana estaba harta», narra José Iván. Este joven tiene claro que el móvil han sido los celos: «Él no podía soportar que estuviera con otro».
Ivana vivía sólo con sus dos hijas en el bajo b del número 5 de la calle Cardeñas. José Iván cuenta que estuvo hasta las doce de la noche con ella en su piso, también el hermano de ésta, un guardia civil. Les reveló que estaba atemorizada e insistieron en que lo denunciara, pero ella tenía miedo a las represalias.
Espiando desde el coche
A las doce, José Iván salió de la casa y vio a Sergio dentro de su coche. «La llamé para decirla que cerrara bien». Cuando llegó a Fuenlabrada, donde él vive, volvió a llamar a Ivana. Ésta le dijo que había aporreado la puerta del portal, versión que coincide con la de la vecina del piso colindante, Rocío. «Sobre la una de la madrugada él —Sergio—estaba en la puerta del portal como intentando forzarla. Mi marido y yo pensamos en llamar a la policía, pero cuando me asomé se fue».
La rutina de cada día
Nada parecía indicar que ayer iba a ser el último día de Ivana. Como era habitual, salió de su casa para llevar a sus dos pequeñas, frutos de un matrimonio que acabó en divorcio, al colegio. A las 9.10, Dana, quien trabajaba para Ivana como asistenta de limpieza, se cruzó con ella en la calle. «Estaba normal. Me dijo “hola” y me comentó que estaba esperando a una amiga para llevar juntas a las niñas», comenta.
A las 9.30, Rocío, la vecina, se marchó de casa para ir a trabajar y ya en la calle vio llegar a Ivana y a Sergio juntos. «No había nada sospechoso. Estaban bien», apunta.
A las 11.20, Ivana llamó a Dana, quien tenía que ir a las 12 a limpiar «para que fuera más tarde. Ella tenía que ir al colegio». Cuando Dana llegó pasada la una de la tarde, se encontró todo el percal: «Todo estaba precintado».
Desde las 9.30 hasta la hora que se produjo el salvaje crimen no se sabe con certeza qué ocurrió entre víctima y asesino, lo cierto es que según informan fuentes de la Guardia Civil, los gritos desesperados de socorro de Ivana provocaron la alarma entre los vecinos. Éstos avisaron de inmediato a la Benemérita. A su llegada, la tragedia se había consumado. Sobre el suelo del salón, yacía el cadáver cosido a cuchilladas.
Presentaba, al menos, veinte, repartidas por todo el cuerpo. Si bien las dos más profundas que le causaron la muerte las tenía, en el cuello, que le seccionó la tráquea, y en el tórax izquierdo, que le afectó el pulmón y el corazón. A la llegada de los sanitarios del Summa le quedaba un hilo de vida: Ivana se desangraba y estaba en parada cardiorrespiratoria. Así lo explicó el portavoz del 112. A pesar de sus esfuerzos por reanimarla, no lo lograron.
No le dio tiempo a salir
En la misma vivienda agentes de la Guardia Civil detuvieron al presunto agresor. No le dio tiempo a huir, ya que los funcionarios del Instituto Armado se presentaron enseguida. Estaba totalmente ensangrentado y ni siquiera había podido desprenderse del arma homicida. No constaban denuncias previas por malos tratos, informaron fuentes de la Benemérita.
Ivana se mudó al piso donde ayer perdió la vida hace medio año. La gente del barrio no la trataba mucho, pero reconocían que era «muy agraciada» y «muy simpática». Esta mujer rubia y con ojos azules «siempre que me veía me daba un beso», recuerda Dana. Según esta mujer, Ivana no trabajaba. «Se dedicaba completamente a sus hijas porque tenía una pensión».
Aunque Ivana mantenía una buena relación con su ex marido, según afirmaron familiares, el divorcio le dejó secuelas. «Tenía depresiones por ello», explica su asistenta.
Sergio, el presunto asesino, al que describen como un hombre alto, delgado, moreno y con el pelo rizado y despeinado no levantaba sospechas entre los vecinos.
El precio del nuevo amor
José Iván sabía que esto podía ocurrir. Entre sollozos contaba que Sergio «llevaba semanas acosándola. El fin de semana echó azúcar en el depósito de gasolina de su coche. La dije que se fuera a casa de sus padres y que luego se quedara en mi casa».
Ayer volvió a hablar con ella por la mañana, minutos antes de su muerte. «Estaba atemorizada. Me dijo: “tengo mucho miedo”». Tras veinte minutos de conversación, ella terminó diciéndole que luego le llamaba. «Se puso la chaqueta y me dijo que salía». La hora coincide con el momento en que el supuesto asesino la ataca. José Iván esperaba una llamada de su «niña». «Me extrañé porque no me llamaba», pero le llegó un mensaje de la hermana de la víctima: «Me la han matado». El mundo se le vino encima
El primer episodio de violencia de género del año tuvo como escenario Brunete. Ivana Sanz Fanego, de 36 años, y madre de dos niñas de 9 y 10 años, murió ayer en su domicilio del municipio poco antes de la una de la tarde. Presuntamente, a manos de su ex pareja, Sergio, de 32. Éste se ensañó asestándole, nada más abrir la puerta, veinte puñaladas por todo el cuerpo. Cuando los efectivos del Summa llegaron no había nada que hacer. La Guardia Civil detuvo al supuesto asesino cuando aún permanecía en la casa, con el arma homicida y manchado de sangre por todas partes.
Víctima y agresor, según cuenta José Iván, quien mantenía una relación con Ivana desde principios de 2010, habían sido pareja durante un año, pero ella lo dejó dado el carácter de Sergio. «Tiene una orden de alejamiento con su anterior mujer y con sus dos gemelos. Tiene un juicio pendiente por haber atropellado a su suegro y es muy violento. Además, no hacía nada ni trabajaba ni ayudaba en casa. Ivana estaba harta», narra José Iván. Este joven tiene claro que el móvil han sido los celos: «Él no podía soportar que estuviera con otro».
Ivana vivía sólo con sus dos hijas en el bajo b del número 5 de la calle Cardeñas. José Iván cuenta que estuvo hasta las doce de la noche con ella en su piso, también el hermano de ésta, un guardia civil. Les reveló que estaba atemorizada e insistieron en que lo denunciara, pero ella tenía miedo a las represalias.
Espiando desde el coche
A las doce, José Iván salió de la casa y vio a Sergio dentro de su coche. «La llamé para decirla que cerrara bien». Cuando llegó a Fuenlabrada, donde él vive, volvió a llamar a Ivana. Ésta le dijo que había aporreado la puerta del portal, versión que coincide con la de la vecina del piso colindante, Rocío. «Sobre la una de la madrugada él —Sergio—estaba en la puerta del portal como intentando forzarla. Mi marido y yo pensamos en llamar a la policía, pero cuando me asomé se fue».
La rutina de cada día
Nada parecía indicar que ayer iba a ser el último día de Ivana. Como era habitual, salió de su casa para llevar a sus dos pequeñas, frutos de un matrimonio que acabó en divorcio, al colegio. A las 9.10, Dana, quien trabajaba para Ivana como asistenta de limpieza, se cruzó con ella en la calle. «Estaba normal. Me dijo “hola” y me comentó que estaba esperando a una amiga para llevar juntas a las niñas», comenta.
A las 9.30, Rocío, la vecina, se marchó de casa para ir a trabajar y ya en la calle vio llegar a Ivana y a Sergio juntos. «No había nada sospechoso. Estaban bien», apunta.
A las 11.20, Ivana llamó a Dana, quien tenía que ir a las 12 a limpiar «para que fuera más tarde. Ella tenía que ir al colegio». Cuando Dana llegó pasada la una de la tarde, se encontró todo el percal: «Todo estaba precintado».
Desde las 9.30 hasta la hora que se produjo el salvaje crimen no se sabe con certeza qué ocurrió entre víctima y asesino, lo cierto es que según informan fuentes de la Guardia Civil, los gritos desesperados de socorro de Ivana provocaron la alarma entre los vecinos. Éstos avisaron de inmediato a la Benemérita. A su llegada, la tragedia se había consumado. Sobre el suelo del salón, yacía el cadáver cosido a cuchilladas.
Presentaba, al menos, veinte, repartidas por todo el cuerpo. Si bien las dos más profundas que le causaron la muerte las tenía, en el cuello, que le seccionó la tráquea, y en el tórax izquierdo, que le afectó el pulmón y el corazón. A la llegada de los sanitarios del Summa le quedaba un hilo de vida: Ivana se desangraba y estaba en parada cardiorrespiratoria. Así lo explicó el portavoz del 112. A pesar de sus esfuerzos por reanimarla, no lo lograron.
No le dio tiempo a salir
En la misma vivienda agentes de la Guardia Civil detuvieron al presunto agresor. No le dio tiempo a huir, ya que los funcionarios del Instituto Armado se presentaron enseguida. Estaba totalmente ensangrentado y ni siquiera había podido desprenderse del arma homicida. No constaban denuncias previas por malos tratos, informaron fuentes de la Benemérita.
Ivana se mudó al piso donde ayer perdió la vida hace medio año. La gente del barrio no la trataba mucho, pero reconocían que era «muy agraciada» y «muy simpática». Esta mujer rubia y con ojos azules «siempre que me veía me daba un beso», recuerda Dana. Según esta mujer, Ivana no trabajaba. «Se dedicaba completamente a sus hijas porque tenía una pensión».
Aunque Ivana mantenía una buena relación con su ex marido, según afirmaron familiares, el divorcio le dejó secuelas. «Tenía depresiones por ello», explica su asistenta.
Sergio, el presunto asesino, al que describen como un hombre alto, delgado, moreno y con el pelo rizado y despeinado no levantaba sospechas entre los vecinos.
El precio del nuevo amor
José Iván sabía que esto podía ocurrir. Entre sollozos contaba que Sergio «llevaba semanas acosándola. El fin de semana echó azúcar en el depósito de gasolina de su coche. La dije que se fuera a casa de sus padres y que luego se quedara en mi casa».
Ayer volvió a hablar con ella por la mañana, minutos antes de su muerte. «Estaba atemorizada. Me dijo: “tengo mucho miedo”». Tras veinte minutos de conversación, ella terminó diciéndole que luego le llamaba. «Se puso la chaqueta y me dijo que salía». La hora coincide con el momento en que el supuesto asesino la ataca. José Iván esperaba una llamada de su «niña». «Me extrañé porque no me llamaba», pero le llegó un mensaje de la hermana de la víctima: «Me la han matado». El mundo se le vino encima
