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El síndrome de la felicidad aplazada

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¿Pospones tu ocio por el trabajo?¿Crees que mañana serás más feliz que ahora? Si hemos contestado afirmativamente a alguna de las preguntas anteriores, es posible que seamos “procrastinadores” (no suena como un piropo, precisamente). Procrastinar significa dejar de hacer cosas importantes y sustituirlas por otras situaciones más irrelevantes y agradables. Hay de dos tipos: Una relacionada con las cosas cotidianas (planchar, hacer la declaración de la renta…) y otra que afecta a cuestiones más fundamentales, como cambiar de trabajo, de ciudad o, incluso, de pareja… Y es precisamente este último tipo el que está relacionada con el “síndrome de la felicidad aplazada” (deferred happiness syndrome), que afecta al 40 por ciento de los profesionales de países desarrollados como Australia.

Identifiquemos sus síntomas:



  1. ¿Buscas una vida con mejores comodidades (casa, automóvil, colegios, vacaciones...) y eso te obliga a trabajar más horas y más duramente?
  2. ¿Tienes la necesidad de ahorrar todo cuanto puedas para tu jubilación, momento quizá sublimado?
  3. ¿Tienes miedo a cambiar de trabajo aun teniendo la posibilidad y prefieres seguir con el estrés con el que vives



Las consecuencias del síndrome son varias. Por una parte, se sacrifica la felicidad presente trabajando y trabajando porque se piensa que en el futuro todo cambiará. Por otra parte, se tiene pánico a tomar riesgos que impliquen perder la seguridad de lo que se tiene. Si me permito ciertos caprichos en la actualidad, puedo poner en peligro mi estilo de vida futuro. Solo los problemas de salud o una crisis laboral o personal consiguen empujar a la persona a buscar otras alternativas. Esto se traslada también al mundo de la empresa. ¡No puedo lanzarme a inversiones futuras que resten esfuerzos a lo que actualmente estoy logrando! ¡No puedo dejar de conseguir los objetivos ni evitar dejarme la piel todos los días! Mientras tanto, estoy perdiendo mi calidad de vida por el camino y mi competitividad si soy empresa.


Por cierto, nos falta otra víctima del síndrome de la felicidad aplazada: los hijos, quienes ven a sus padres en fotografía durante la semana. Por supuesto, ellos trabajan duramente para darles un nivel de vida que consideran adecuado. Como comentó un directivo: “Trabajo y viajo mucho, pero lo hago por mi hijo. De esta forma, mi mujer no trabaja y así él puede estar más con su madre”. Pero parece que los hijos prefieren más tiempo de ambos padres que otro tipo de regalos. Así se evidencia en un estudio realizado por Pocock y Clark. Los niños entrevistados eran conscientes del esfuerzo de sus progenitores, pero al mismo tiempo afirmaban que cuando ellos llegaran a esa situación escogerían dedicar más tiempo a sus hijos antes que buscar el éxito en el trabajo.
Habrá que verlo.



Como diría John Lennon: La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes. Y es posible que la felicidad también.
RECETAS:

  1. Identifica si sufres del síndrome de la felicidad aplazada, trabajando un exceso de horas y pensando que en un futuro las cosas irán mejor.
  2. Valora qué aspectos de tu presente te hacen feliz y cómo podrías seguir reforzándolos.
  3. Define un plan de acción para tomar las posibles decisiones difíciles.


FÓRMULA

Aprender a disfrutar el presente es una de las características para evitar el síndrome de la felicidad aplazada.



Fuente... elpais.com
 
Hola Argilag,


Muy interesante reflexión. Es una realidad muy común. Y lo peor que los que deciden rebajar sus expectativas laborables para poder dedicarlas a sus familias los tachan de idealista o egoistas, cuando en realidad son de todo menos egoistas. De todas formas, la realidad es que las situación del trabajo en España es tan nefasta que, el hecho de plantearlo, provocaría muchas incomprensiones. Sin embargo, hay que ser valiente, pero con los pies en la tierra. Es decir, poder pedir reducción de jornada para atender a tus hijos y familiares mayores. Esto me parece una buena medida sobre la que se podría reflexionar. A mí, personalmente no me desagrada.

Saludos
 
Este historia me suena, mi padre ha sido un auténtico workholic, aunque siempre ha estado a mi lado cuándo lo he necesitado.

Ahora esta felizmente jubilado, y vive a "todo trapo" disfrutando de todo lo que se privo anteriormente, por suerte la salud lo ha respetado y le sigue respetando...

Mi padre me ha enseñado muchas cosas, pero indirectamente me ha enseñado que hay de disfrutar del momento en la medida de lo posible... tengo conocidos que todo y llevando una vida sana, la salud no los ha respetado y no han llegado a la treintena...
 
Pienso que es algo q
 
Pienso que es algo que va relacionado con la edad, llega un momento en que aprendes a saborear lo que tienes sin mirar mucho más allá, aprendes a disfrutar de lo sencillo y a sacarle partido a lo que antes no te parabas a observar ni tan siquiera. Dejas un poco de lado los sueños para disfrutar la realidad. Aprendes a ser feliz con poco dejando de anhelar lo mucho.
 
Es un mal conocido desde hace mucho. Desde "los más ricos del cementerio" hasta los adictos al trabajo, pasando por los que aún creen que la vida del hombre justo debe de ser un valle de lágrimas.

Y la solución siempre ha sido la misma; vivir en el presente y disfrutar el momento. Lo que no significa en absoluto, como muchos creen, ser un irresponsable.
 
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