Sanza
Baneado
Mejor contado a saltos, sin orden, se parece más a cómo lo recuerdo ahora.
Vela.
Aunque el primer día sólo fue posible navegar a máquina, hoy el viento ha comenzado a soplar.
Hemos izado la mayor y la génova, y apagado el motor, El día es espléndido, el viento en el estrecho impagable y los cuarenta y cinco pies blancos relucen delante del mí, que llevo el timón.
A nuestro lado otro velero nos imita, a estribor.
Comienza el baile. Las velas se tensan, el barco se escora a babor y la tripulación se sienta completamente al borde para equilibrar, aunque los cabrones ni llevan arnés ni chalecos ni nada que se le parezca.
Con tanta inclinación, para mantenerme en pié me apoyo en el lateral del cofre de babor, me agarro con ganas al timón y a base de fuerza mantengo el rumbo, mientras volamos sobre el mar.
Somos una puñetera imagen de poster…
Cabecea el velero, y como tengo rota la corredera, sólo puedo leer la velocidad aparente, que llega a marcar veinte nudos. Mmmmmmm
Alguno de estos cafres dice que montemos el espináquer, pero una leche vamos a hacer el indio a esta velocidad, y no se mueve ni el espíritu santo…
La otra embarcación, que al principio tenía humor para echar carreras, opta por bajar el ritmo y dejar que los locos de su proa sigan a lo bestia.
No para de soplar y mantengo a 90 la dirección del viento, con miedo a pasarme de trapo, pero encantado (hemos subido ron para parar un tren a bordo) de que entre agua por babor a diez centímetros sobre la mar..
La risa padre.
Vemos la costa africana, y todo acaba como empezó, cuando amaina.
Snif.
Niebla.
Ni puñetera idea de por qué ha bajado la niebla sin avisar.
Sólo nos queda poner a un borracho a proa, con la bocina de niebla, y dos más atentos a babor y estribor.
Navegamos en silencio, para oir motores, porque no nos fiamos de que el sonar devuelva la señal de pequeñas embarcaciones, y de vez en cuando el ruido nos hace avisar de nuestra presencia con un bocinazo largo y dos cortos, que es lo que hay que hacer cuando estas rodeado de agua y no en el estadio del Sardinero viendo al Racing.
Me he desorientado totalmente, y simplemente me guío por la profundidad del fondo, manteniendo calado, para intentar navegar paralelo a la costa.
Gritan motor a babor e inmediatamente motor a proa, lo cual sólo es posible si pasa un hijoputa con una fuera borda a treinta nudos lo menos, botando en el agua, y con bandera marroquí ondeando…
Le llamamos de todo, pero nos va a dar igual.
Llevamos así dos horas, y el trasiego de ron hace que el mamón de proa se haya sentado mirando hacia el timón, para contar chistes, y haya desaparecido el vigia de babor a por patatas fritas.
Llevo un Rolex Sea Dweller que me deja ver la hora, y ahogarme a 50 m que marca el sonar si me da la real gana.
Pero hay pocas embarcaciones…la crisis, como se quejaban en puerto…
El caso es que empieza a levantar y salir el sol, y flipo en colores porque tengo la costa a estribor! Anda que no estaba perdido ni nada…
Se acabo lo que se daba.
A mí me gustan los líos, pero qué se le va a hacer…
Los piratas.
Hay costumbre en esta tripulación de entrar siempre en Puerto Banús dando la nota: nos ponemos unos gorros, casi todos auténticos, de todo tipo: de la marina británica, la americana, de pirata, de la armada rusa, un gorro de vaquero, uno chino…y sin camiseta y con una copa en la mano, entramos en puerto saludando a las embarcaciones militarmente, y a los (perdón, las tías que pasean junto a los Bentley y Ferraris) con salero y tal…
Nos sacan fotos, la gente siempre tiene ganas de reirse de los borrachos que hacen el chorra, y estamos tan cerca que podrían escupirnos…
Vaya banda.
Sin embargo estoy contento porque he visto atracado uno de los veleros más hermosos del mundo, pero ni lo conozco, si saben decirme estos piratas quien lo fabrica.
Pero es una belleza.
Embarcando.
Ah, sí. Hace unas siete horas hemos embarcado. Me he acostado totalmente ebrio a las siete de la mañana, y las nueve estoy desayunando, también totalmente ebrio.
Me subo totalmente ebrio a bordo y me embadurno con poco tino de protección solar, y mancho bien manchado un polo que llevo con todos los emblemas de navegación española habidos y por haber. Hasta la cruz de Borgoña, con dos coj…
Gracias a Dios nadie me dice que saque de puerto el chisme este, y se conforman con que quite las defensas, lo cual me sienta muy mal, me dejo una, y me llaman dominguero y gilipollas(¿)
Bien.
Bueno no, mal.
Tras una hora de navegación a motor, con mar rizada, y situado a popa, echo por primera vez la papilla.
Sólo tardo media hora más en echarla de nuevo por dos veces, y a pesar del calor me pongo el Slam, la visera, las gafas…y no me pongo un pijama porque no hay.
Pero en diez minutos alineado con las velas y mirando al horizonte estoy nuevo, pido un ron…y me quito todo menos el traje de baño y los náuticos.
Sopla el viento, esto va a ser la leche.
Podéis comenzar de nuevo a leer.
Vela.
Aunque el primer día sólo fue posible navegar a máquina, hoy el viento ha comenzado a soplar.
Hemos izado la mayor y la génova, y apagado el motor, El día es espléndido, el viento en el estrecho impagable y los cuarenta y cinco pies blancos relucen delante del mí, que llevo el timón.
A nuestro lado otro velero nos imita, a estribor.
Comienza el baile. Las velas se tensan, el barco se escora a babor y la tripulación se sienta completamente al borde para equilibrar, aunque los cabrones ni llevan arnés ni chalecos ni nada que se le parezca.
Con tanta inclinación, para mantenerme en pié me apoyo en el lateral del cofre de babor, me agarro con ganas al timón y a base de fuerza mantengo el rumbo, mientras volamos sobre el mar.
Somos una puñetera imagen de poster…
Cabecea el velero, y como tengo rota la corredera, sólo puedo leer la velocidad aparente, que llega a marcar veinte nudos. Mmmmmmm
Alguno de estos cafres dice que montemos el espináquer, pero una leche vamos a hacer el indio a esta velocidad, y no se mueve ni el espíritu santo…
La otra embarcación, que al principio tenía humor para echar carreras, opta por bajar el ritmo y dejar que los locos de su proa sigan a lo bestia.
No para de soplar y mantengo a 90 la dirección del viento, con miedo a pasarme de trapo, pero encantado (hemos subido ron para parar un tren a bordo) de que entre agua por babor a diez centímetros sobre la mar..
La risa padre.
Vemos la costa africana, y todo acaba como empezó, cuando amaina.
Snif.
Niebla.
Ni puñetera idea de por qué ha bajado la niebla sin avisar.
Sólo nos queda poner a un borracho a proa, con la bocina de niebla, y dos más atentos a babor y estribor.
Navegamos en silencio, para oir motores, porque no nos fiamos de que el sonar devuelva la señal de pequeñas embarcaciones, y de vez en cuando el ruido nos hace avisar de nuestra presencia con un bocinazo largo y dos cortos, que es lo que hay que hacer cuando estas rodeado de agua y no en el estadio del Sardinero viendo al Racing.
Me he desorientado totalmente, y simplemente me guío por la profundidad del fondo, manteniendo calado, para intentar navegar paralelo a la costa.
Gritan motor a babor e inmediatamente motor a proa, lo cual sólo es posible si pasa un hijoputa con una fuera borda a treinta nudos lo menos, botando en el agua, y con bandera marroquí ondeando…
Le llamamos de todo, pero nos va a dar igual.
Llevamos así dos horas, y el trasiego de ron hace que el mamón de proa se haya sentado mirando hacia el timón, para contar chistes, y haya desaparecido el vigia de babor a por patatas fritas.
Llevo un Rolex Sea Dweller que me deja ver la hora, y ahogarme a 50 m que marca el sonar si me da la real gana.
Pero hay pocas embarcaciones…la crisis, como se quejaban en puerto…
El caso es que empieza a levantar y salir el sol, y flipo en colores porque tengo la costa a estribor! Anda que no estaba perdido ni nada…
Se acabo lo que se daba.
A mí me gustan los líos, pero qué se le va a hacer…
Los piratas.
Hay costumbre en esta tripulación de entrar siempre en Puerto Banús dando la nota: nos ponemos unos gorros, casi todos auténticos, de todo tipo: de la marina británica, la americana, de pirata, de la armada rusa, un gorro de vaquero, uno chino…y sin camiseta y con una copa en la mano, entramos en puerto saludando a las embarcaciones militarmente, y a los (perdón, las tías que pasean junto a los Bentley y Ferraris) con salero y tal…
Nos sacan fotos, la gente siempre tiene ganas de reirse de los borrachos que hacen el chorra, y estamos tan cerca que podrían escupirnos…
Vaya banda.
Sin embargo estoy contento porque he visto atracado uno de los veleros más hermosos del mundo, pero ni lo conozco, si saben decirme estos piratas quien lo fabrica.
Pero es una belleza.
Embarcando.
Ah, sí. Hace unas siete horas hemos embarcado. Me he acostado totalmente ebrio a las siete de la mañana, y las nueve estoy desayunando, también totalmente ebrio.
Me subo totalmente ebrio a bordo y me embadurno con poco tino de protección solar, y mancho bien manchado un polo que llevo con todos los emblemas de navegación española habidos y por haber. Hasta la cruz de Borgoña, con dos coj…
Gracias a Dios nadie me dice que saque de puerto el chisme este, y se conforman con que quite las defensas, lo cual me sienta muy mal, me dejo una, y me llaman dominguero y gilipollas(¿)
Bien.
Bueno no, mal.
Tras una hora de navegación a motor, con mar rizada, y situado a popa, echo por primera vez la papilla.
Sólo tardo media hora más en echarla de nuevo por dos veces, y a pesar del calor me pongo el Slam, la visera, las gafas…y no me pongo un pijama porque no hay.
Pero en diez minutos alineado con las velas y mirando al horizonte estoy nuevo, pido un ron…y me quito todo menos el traje de baño y los náuticos.
Sopla el viento, esto va a ser la leche.
Podéis comenzar de nuevo a leer.
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