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Lo típico: un día se llevó un paquete de folios, nadie le dijo nada, se fue animando y...
Edgar | 4 de octubre de 2011, 06:00 Zoom:
Cerdanyola del Vallès. -- Adalberto Martín Cipérez, ingeniero de segunda en la empresa de software anglocatalana Hendricks-Romagosa, empezó como todos: «Un día necesitaba folios para la impresora de casa, y me dije: 'si no me pagan las extras, al menos cobraré en especias'.» Como es habitual en una industria que cree que deforestación es una enfermedad de las reses en África, nadie echó de menos 500 folios de 80 gramos, y así dio comienzo el proceso que empezó como cleptomanía y acabó como «la OPA más hostil desde JR en Dallas», según el Financial Times. A partir de aquel paquete de folios, pues lo de siempre: que si unos post-its, que si una grapadora, un tecladito, la Nespresso de la sala de reuniones... «Cuando me llevé una impresora láser ya percibí una cierta reacción», cuenta Adalberto: «Enviaron una circular a toda la planta diciendo 'Hemos notado que falta una impresora/fotocopiadora de 4.000 euros', y me dije: 'Vale, hasta aquí puedo tirar del hilo'.»
Pero Adalberto se engañaba: ya le había cogido el gusto. Allí empezó la tensión entre un posible caso de empleado cleptómano y un management tímido y desconcertado que no supo manejar la situación. «Para esto no les preparan en Relaciones laborales», cuenta Adalberto, que añade: «Es que intentaron hablar conmigo alguna vez; por ejemplo, cuando me llevaba las mesas de los de márketing; pero como me vieron ocupado con la grúa y había mucho ruido, pues quedamos en que hablaríamos otro día.»
Pero no fue así: la siguiente vez que los jefes de Adalberto tuvieron ocasión de verle fue en el sótano de su casa, cuando se les pasó el efecto del cloroformo, y lo embarazoso de la situación, amén de la mordaza, les impidió mostrar su desacuerdo al tenaz empleado. Adalberto había secuestrado a varios CEO de la compañía y actualmente posee el 73% de las acciones, amén del 92% del capital. La astuta maniobra le ha merecido el aplauso de los grandes inversores de Wall Street y un puesto de catedrático en la Universidad de Estrasburgo. De la cual, por cierto, el rector agradecería que devolviera la piscina olímpica, que se la llevó el viernes en un descuido, sin duda.
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Edgar | 4 de octubre de 2011, 06:00 Zoom:
Cerdanyola del Vallès. -- Adalberto Martín Cipérez, ingeniero de segunda en la empresa de software anglocatalana Hendricks-Romagosa, empezó como todos: «Un día necesitaba folios para la impresora de casa, y me dije: 'si no me pagan las extras, al menos cobraré en especias'.» Como es habitual en una industria que cree que deforestación es una enfermedad de las reses en África, nadie echó de menos 500 folios de 80 gramos, y así dio comienzo el proceso que empezó como cleptomanía y acabó como «la OPA más hostil desde JR en Dallas», según el Financial Times. A partir de aquel paquete de folios, pues lo de siempre: que si unos post-its, que si una grapadora, un tecladito, la Nespresso de la sala de reuniones... «Cuando me llevé una impresora láser ya percibí una cierta reacción», cuenta Adalberto: «Enviaron una circular a toda la planta diciendo 'Hemos notado que falta una impresora/fotocopiadora de 4.000 euros', y me dije: 'Vale, hasta aquí puedo tirar del hilo'.»
Pero Adalberto se engañaba: ya le había cogido el gusto. Allí empezó la tensión entre un posible caso de empleado cleptómano y un management tímido y desconcertado que no supo manejar la situación. «Para esto no les preparan en Relaciones laborales», cuenta Adalberto, que añade: «Es que intentaron hablar conmigo alguna vez; por ejemplo, cuando me llevaba las mesas de los de márketing; pero como me vieron ocupado con la grúa y había mucho ruido, pues quedamos en que hablaríamos otro día.»
Pero no fue así: la siguiente vez que los jefes de Adalberto tuvieron ocasión de verle fue en el sótano de su casa, cuando se les pasó el efecto del cloroformo, y lo embarazoso de la situación, amén de la mordaza, les impidió mostrar su desacuerdo al tenaz empleado. Adalberto había secuestrado a varios CEO de la compañía y actualmente posee el 73% de las acciones, amén del 92% del capital. La astuta maniobra le ha merecido el aplauso de los grandes inversores de Wall Street y un puesto de catedrático en la Universidad de Estrasburgo. De la cual, por cierto, el rector agradecería que devolviera la piscina olímpica, que se la llevó el viernes en un descuido, sin duda.
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