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Un combate perdido

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Os pongo un artículo del Pérez-Reverte que más me gusta: el tierno, el que cuenta cosas que te ensombrecen el alma o te alegran el día. Espero que os guste.



Un combate perdido.<o:p></o:p>
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ARTURO PÉREZ-REVERTE | XLSemanal 21 de diciembre de 2008.- 1104<o:p></o:p>
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No es preciso recorrer campos de batalla. Hay combates callados, insignificantes en apariencia, que marcan como la más dramática experiencia. El episodio que quiero contarles hoy no está en los libros de Historia. Es humilde. Doméstico. Pero trata de un combate perdido y de la melancolía singular que deja, como rastro, cualquier aventura lúcida. Empieza en el césped de un jardín, cuando el protagonista de esta historia encuentra, junto a su casa, un polluelo de gorrión. Ya tiene plumas pero aún no puede volar. Lo intenta desesperadamente, dando saltos en el suelo. Observándolo, Jesús –lo llamaremos Jesús, por llamarlo de alguna forma– se esfuerza en recordar lo poquísimo que conoce de pájaros: si los padres tienen alguna posibilidad de salvar al polluelo y si éste acabará por remontar el vuelo, de regreso al nido. <st1:personname productid="La Naturaleza" w:st="on">La Naturaleza</st1:personname> es sabia, se dice, pero también cruel. Cualquiera sabe que muchos pajarillos jóvenes y torpes caen de los nidos y mueren.

Un detalle importante: a Jesús lo acompaña su perro. El fiel cánido está allí, mirando al polluelo con las orejas tiesas, la cabeza ladeada y una mirada de intensa curiosidad. Como todos los que tienen perro y saben tenerlo, Jesús no puede permanecer impasible ante la suerte de un animal desvalido. Tampoco puede irse por las buenas, dejando a aquella diminuta criatura saltando desesperada de un lado a otro. No, desde luego, después de haber visto crecer al perro, de leer en su mirada tanta lealtad e inteligencia. No después de haber comprendido, gracias a esos ojos oscuros y esa trufa húmeda, que cada ser vivo ama, sufre y llora a su manera. Así que Jesús busca entre los árboles, mirando hacia arriba por si encuentra el nido y puede subir hasta él con el polluelo. Pronto comprende que no hay nada que hacer. Pero la idea de dejarlo allí, a merced de un gato hambriento, no le gusta. Así que lo coge, al fin, arropándolo en el bolsillo del chaquetón. Y se lo lleva.

En casa, lo mejor que puede, con una caja de cartón y retales de manta vieja, Jesús le hace al polluelo un nido en la terraza que da al jardín. Y al poco rato, de una forma que parece milagrosa, los padres del pajarito revolotean por allí, haciendo viajes para darle de comer. Todo parece resuelto; pero otros pájaros más grandes, negros, siniestros, con intenciones distintas, empiezan también a merodear cerca. No hay más remedio que cubrir el nido con una rejilla protectora, pero eso impide a los padres alimentar al gorrioncito. Jesús sale a la calle, va a una tienda de mascotas, compra una papilla especial para polluelos e intenta alimentarlo por su cuenta; pero el animalillo asustado, temblando, trata de huir y pía para llamar a los suyos, rechazando el alimento. Eso parte el alma. <o:p></o:p>


Jesús, impotente, comprende que de esa manera el polluelo está condenado. Al fin decide buscar en Internet, y para su sorpresa descubre que hay foros específicos con cientos de consejos de personas enfrentadas a situaciones semejantes. Siguiéndolos, Jesús da calor al polluelo entre las manos mientras le administra la papilla gota a gota, con una jeringuilla; hasta que, extenuado por el miedo y la debilidad, el gorrioncito se queda dormido entre los retales de manta. Quizás al día siguiente ya pueda volar. De vez en cuando, tal como ha leído que debe hacer, Jesús se acerca con cautela y silba bajito y suave, para que el animalito se familiarice con él. Hasta que al fin, a la cuarta o quinta vez, éste pía y abre los ojillos, con una mirada que pone un nudo en la garganta. Una mirada que traspasa. Jesús no sabe qué grado de conciencia real puede tener un pajarito diminuto; sin embargo, lo que lee en esa mirada –tristeza, miedo, indefensión– le recuerda a su perro cuando era un cachorrillo, las noches de lloriqueo asustado, buscando el abrazo y el calor del amo. También le trae recuerdos vagos de sí mismo. Del niño que fue alguna vez, en otro tiempo. De las manos que le dieron calor y de las aves negras que siempre rondan cerca, listas para devorar. <o:p></o:p>


Por la mañana, el gorrioncito ha muerto. Jesús contempla el cuerpecillo mientras se pregunta en qué se equivocó, y también para qué diablos sirven tres mil años de supuesta civilización que no lo prepara a uno, de forma adecuada, para una situación sencilla como ésta. Tan común y natural. Para la rutinaria desgracia, agonía y muerte de un humilde polluelo de gorrión, en un mundo donde las reglas implacables de <st1:personname productid="La Naturaleza" w:st="on">la Naturaleza</st1:personname> arrasan ciudades, barren orillas, hunden barcos, derriban aviones, trituran cada día, indiferentes, a miles de seres humanos. Entonces Jesús se pone a llorar sin consuelo, como una criatura. A sus años. Llora por el pajarillo, por el perro, por sí mismo. Por el polluelo de gorrión que alguna vez fue. O que todos fuimos. Por el lugar frío y peligroso donde, tarde o temprano, quedamos desamparados al caer del nido.<o:p></o:p>
 
Me ha recordado a otra historia, yo creo que con un final más feliz (porque si no, APR no hubiera escrito su columna), la de un preso de Alcatraz, un tal Robert Stroud, que también adoptó a un pajarillo. La historia de Stroud la acabó llevando Frankenheimer al cine, en una emotiva película, Birdman of Alcatraz, protagonizada por Burt Lancaster (quien se llevaría una nominación al Óscar por éste filme), Karl Malden, y, haciendo un pequeño papel, Telly Savalas.

Stroud era un preso medio analfabeto con cadena perpétua por triple asesinato (entre ellos un guardia de prisión) y robos y asaltos varios (encima tuvo pena de muerte pero un indulto del presidente se lo conmutó por la perpétua) que recoge un pájaro en el patio de la prisión. Por no aburrirse, empieza a cuidarlo y acaba cuidando más pájaros e incluso a comerciar con ellos con otros presos. No sólo eso, al final tienen que darle un par de celdas más para que siga con su afición. Su pájaro se le enferma y el hombre no encuentra bibliografía para curarlo, por lo que intenta curarlo por sus propios métodos de intuición, ensayo y error. Durante su cautiverio pasa a la prisión de Alcatraz, donde le impiden seguir con los pájaros, pero el hombre consigue tras un motín que le vuelvan a dejar con su afición.

Al final, estudiando escribe un tratado sobre enfermedades de pájaros. Stroud acaba siendo el mejor ornitólogo del mundo, y el principal especialista en enfermedades de pájaros, y eso, a pesar de que como dije, no era un tío culto ni tuvo una educación... ni podía salir de prisión, ni tenía allá un laboratorio.

La película antes mencionada se hizo en 1961, y al final, sale escrito que Stroud sigue todavía tras rejas. Stroud murió en 1963 en una prisión hospital, tras haberle denegado Robert Fitzgerald Kennedy el indulto. Ya puestos, también al final de la película nos dicen que las gallinitas estabuladas que nos dan los huevos no tienen enfermedades gracias al pavo éste (bueno, supongo yo que gracias a tres o cuatro antibióticos que les dan).
 
Y la milana bonita, de la fantástica película de los santos inocentes????
 
Me ha recordado a otra historia, yo creo que con un final más feliz (porque si no, APR no hubiera escrito su columna), la de un preso de Alcatraz, un tal Robert Stroud, que también adoptó a un pajarillo. La historia de Stroud la acabó llevando Frankenheimer al cine, en una emotiva película, Birdman of Alcatraz, protagonizada por Burt Lancaster (quien se llevaría una nominación al Óscar por éste filme), Karl Malden, y, haciendo un pequeño papel, Telly Savalas.

Stroud era un preso medio analfabeto con cadena perpétua por triple asesinato (entre ellos un guardia de prisión) y robos y asaltos varios (encima tuvo pena de muerte pero un indulto del presidente se lo conmutó por la perpétua) que recoge un pájaro en el patio de la prisión. Por no aburrirse, empieza a cuidarlo y acaba cuidando más pájaros e incluso a comerciar con ellos con otros presos. No sólo eso, al final tienen que darle un par de celdas más para que siga con su afición. Su pájaro se le enferma y el hombre no encuentra bibliografía para curarlo, por lo que intenta curarlo por sus propios métodos de intuición, ensayo y error. Durante su cautiverio pasa a la prisión de Alcatraz, donde le impiden seguir con los pájaros, pero el hombre consigue tras un motín que le vuelvan a dejar con su afición.

Al final, estudiando escribe un tratado sobre enfermedades de pájaros. Stroud acaba siendo el mejor ornitólogo del mundo, y el principal especialista en enfermedades de pájaros, y eso, a pesar de que como dije, no era un tío culto ni tuvo una educación... ni podía salir de prisión, ni tenía allá un laboratorio.

La película antes mencionada se hizo en 1961, y al final, sale escrito que Stroud sigue todavía tras rejas. Stroud murió en 1963 en una prisión hospital, tras haberle denegado Robert Fitzgerald Kennedy el indulto. Ya puestos, también al final de la película nos dicen que las gallinitas estabuladas que nos dan los huevos no tienen enfermedades gracias al pavo éste (bueno, supongo yo que gracias a tres o cuatro antibióticos que les dan).

Pues esta no me la sabía yo, compañero.

Muy buena

ICE
 
Y la milana bonita, de la fantástica película de los santos inocentes????

Es verdad, ¿cómo se me ha podido pasar?

<object width="425" height="344"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/uNdwPjGkjhI&hl=es&fs=1"></param><param name="allowFullScreen" value="true"></param><param name="allowscriptaccess" value="always"></param><embed src="http://www.youtube.com/v/uNdwPjGkjhI&hl=es&fs=1" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="425" height="344"></embed></object>
 
Si señor, la inocencia en estado puro.
 
Bello y muy entrañable, gracias ICE.
 
  • #10
Un Gran Escritor, me encanta leer sus diversos articulos y libros.
 
  • #11
Preciosa la historia. Este verano me sucedió algo parecido con un pichón, afortunadamente pude encaramarlo al árbol, cerca del nido. Un abrazo Javier
 
  • #13
Me alegro de que os haya gustado.
 
Estado
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