Super 8
De la casa
Sin verificar
Gensanta, qué patético. Como todo el libro sea como ésto...
“–Ahora voy a follarla, señorita Steele –murmura colocando la punta de su miembro erecto delante de mi sexo–. Duro — susurra. Y me penetra bruscamente.
–¡Aaay! –grito.
Al desgarrar mi virginidad, siento una extraña sensación en lo más profundo de mí, como un pellizco. Se queda inmóvil y me observa con ojos en los que brilla el triunfo.
Tiene la boca ligeramente abierta y le cuesta respirar. Gime.
–Estás muy cerrada. ¿Estás bien? Asiento con los ojos en blanco y agarrándome a sus brazos. Me siento llena por dentro. Sigue inmóvil para que me aclimate a la invasiva y abrumadora sensación de tenerlo dentro de mí.
–Voy a moverme, nena –me susurra un momento después en tono firme. Oh.
Retrocede con exquisita lentitud. Cierra los ojos, gime y vuelve a penetrarme. Grito por segunda vez, y se detiene.
–¿Más? –me susurra con voz salvaje.
–Sí –le contesto.
Vuelve a penetrarme y a detenerse.
Gimo. Mi cuerpo lo acepta… Oh, quiero que siga.
–¿Otra vez? –me pregunta.
–Sí –le contesto en tono de súplica.
Y se mueve, pero esta vez no se detiene. Se apoya en los codos, de modo que siento su peso sobre mí, aprisionándome. Al principio se mueve despacio, entra y sale de mi cuerpo. Y a medida que voy acostumbrándome a la extraña sensación, empiezo a mover las caderas hacia las suyas.
Acelera. Gimo y me embiste con fuerza, cada vez más deprisa, sin piedad, a un ritmo implacable, y yo mantengo el ritmo de sus embestidas. Me agarra la cabeza con las manos, me besa bruscamente y vuelve a tirar de mi labio inferior con los dientes. Se retira un poco y siento que algo crece en lo más profundo de mí, como antes. Voy poniéndome tensa a medida que me penetra una y otra vez. Me tiembla el cuerpo, me arqueo. Estoy bañada en sudor. No sabía que sería así… No sabía que la sensación podía ser tan agradable. Mis pensamientos se dispersan… No hay más que sensaciones…
Solo él… Solo yo… Ay, por favor… Mi cuerpo se pone rígido.
–Córrete para mí, Ana –susurra sin aliento.
Y me dejo ir en cuanto lo dice, llego al clímax y estallo en mil pedazos bajo su cuerpo. Y mientras se corre también él, grita mi nombre, da una última embestida se queda inmóvil, como si se vaciara dentro de mí.”
“–Ahora voy a follarla, señorita Steele –murmura colocando la punta de su miembro erecto delante de mi sexo–. Duro — susurra. Y me penetra bruscamente.
–¡Aaay! –grito.
Al desgarrar mi virginidad, siento una extraña sensación en lo más profundo de mí, como un pellizco. Se queda inmóvil y me observa con ojos en los que brilla el triunfo.
Tiene la boca ligeramente abierta y le cuesta respirar. Gime.
–Estás muy cerrada. ¿Estás bien? Asiento con los ojos en blanco y agarrándome a sus brazos. Me siento llena por dentro. Sigue inmóvil para que me aclimate a la invasiva y abrumadora sensación de tenerlo dentro de mí.
–Voy a moverme, nena –me susurra un momento después en tono firme. Oh.
Retrocede con exquisita lentitud. Cierra los ojos, gime y vuelve a penetrarme. Grito por segunda vez, y se detiene.
–¿Más? –me susurra con voz salvaje.
–Sí –le contesto.
Vuelve a penetrarme y a detenerse.
Gimo. Mi cuerpo lo acepta… Oh, quiero que siga.
–¿Otra vez? –me pregunta.
–Sí –le contesto en tono de súplica.
Y se mueve, pero esta vez no se detiene. Se apoya en los codos, de modo que siento su peso sobre mí, aprisionándome. Al principio se mueve despacio, entra y sale de mi cuerpo. Y a medida que voy acostumbrándome a la extraña sensación, empiezo a mover las caderas hacia las suyas.
Acelera. Gimo y me embiste con fuerza, cada vez más deprisa, sin piedad, a un ritmo implacable, y yo mantengo el ritmo de sus embestidas. Me agarra la cabeza con las manos, me besa bruscamente y vuelve a tirar de mi labio inferior con los dientes. Se retira un poco y siento que algo crece en lo más profundo de mí, como antes. Voy poniéndome tensa a medida que me penetra una y otra vez. Me tiembla el cuerpo, me arqueo. Estoy bañada en sudor. No sabía que sería así… No sabía que la sensación podía ser tan agradable. Mis pensamientos se dispersan… No hay más que sensaciones…
Solo él… Solo yo… Ay, por favor… Mi cuerpo se pone rígido.
–Córrete para mí, Ana –susurra sin aliento.
Y me dejo ir en cuanto lo dice, llego al clímax y estallo en mil pedazos bajo su cuerpo. Y mientras se corre también él, grita mi nombre, da una última embestida se queda inmóvil, como si se vaciara dentro de mí.”
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