• El foro de relojes de habla hispana con más tráfico de la Red, donde un reloj es algo más que un objeto que da la hora. Relojes Especiales es el punto de referencia para hablar de relojes de todas las marcas, desde Rolex hasta Seiko, alta relojería, relojes de pulsera y de bolsillo, relojería gruesa y vintages, pero también de estilográficas. Además, disponemos de un foro de compraventa donde podrás encontrar el reloj que buscas al mejor precio. Para poder participar tendrás que registrarte.

Primer concurso de relato corto en RE

  • Iniciador del hilo Goldoff
  • Fecha de inicio
Estado
Hilo cerrado
Goldoff

Goldoff

Administrador de RE
Tripulación
Verificad@ con 2FA
Hola a todos

Hace unos días, el compañero Serguei me hizo llegar un privado que empezaba en estos términos:

Hace unos días que le doy vueltas a la posibilidad de hacer un concursillo de relatos cortos con temática relojera.
Me pareció que un concurso literario con tema relojero sería cuando menos original, y casi podría asegurar que no se ha hecho antes, la vez que igual saca a la luz ese escritor que algunos llevan dentro. Y si encima hay premios... ;-)

Por lo tanto, y siguiendo con su sugerencia, he aquí unas sencillas bases de participación:

1.- Podrán participar en el concurso todos los miembros del foro Relojes Especiales presentando uno o dos relatos como máximo que deben ser inéditos y no haber sido publicados en ningún otro medio o publicación.

2.- Los relatos estarán escritos en lengua castellana o portugués. No se permitirá insertar fotografias. Deberán tener siempre un título y una extensión de entre de 250 y 600 palabras, aproximadamente. Para haceros una idea de longitud me he permitido poner como ejemplo este
lostlink.jpg
que tiene 349 palabras, o esta
lostlink.jpg
del genial Cortázar. También es posible escribir en formato Word ya que dicho programa tiene una opción para contar palabras en el apartado herramientas y luego pasarlo al foro mediante copiar y pegar.

3.- La temática de los relatos deberá tener alguna relación con el mundo del reloj y/o el cómputo del tiempo en el sentido más amplio posible y en cualquiera de sus facetas real o ficticia, pero el vínculo será claramente interpretable.

4.- Los relatos se colgarán directamente de este hilo, y no se admitirán comentarios referidos a los mismos en él. Si quieres comentar los relatos, abre un hilo tú mismo. Los comentarios que se cuelguen aquí serán borrados.

5.- Los premios de ganador y finalista serán escogidos mediante votación popular por los miembros del foro Relojes Especiales.

6.- El plazo para colgar los relatos finalizará a las 00 horas del próximo 11 de Diciembre de 2006.
A partir de esta fecha aparecerá un post encuesta para las votaciones que durará desde el 11 hasta el 15 de Diciembre. El ganador será el concursante que obtenga más votos y el finalista el segundo en número de votos. En caso de empate resultará ganador el concursante con más antigüedad en el foro. Si aún así persiste el empate se decidirá en favor del más paticipativo en número de mensajes (y no vale empezar a postear a lo loco... ;-))




PREMIOS:

Ganador:
Un maletín RE y un polo RE (para el verano próximo...)

Finalista: Una suscripción por un año a la revista Máquinas del Tiempo

Premio especial
Máquinas del Tiempo:
MdT, bajo su exclusivo criterio, podrá seleccionar un relato (que no tiene necesariamente que coincidir con alguno de los ganadores) para publicarlo en su edición de Febrero 2007. Si esto ocurre, el autor del relato seleccionado recibirá un reloj de la marca Kronos, aportado por la revista. Este premio podría quedar desierto si MdT decide no escoger nigún relato.



La participación en el concurso implica la aceptación íntegra de estas bases. Cualquier incidencia en el desarrollo del concurso será resuelta por el administrador a su criterio.


Suerte a todos :)
 
El Milagro del Tiempo

Mi historia comienza en 1950, concretamente en un frío mes de noviembre, ya que fue cuando me vino a tocar eso que se llama nacer.

El lugar donde vi la luz por vez primera era un pequeño pueblo de los Alpes suizos. No corrían buenos tiempos. Europa aún se desperezaba de un trágico conflicto mundial, y mi país -a pesar de mantenerse neutral-, no dejó de resentir la miseria y la escasez propia de la época, pero volvamos a la historia en sí.

Al poco de yo de nacer, se presentó en mi casa un señor. Al parecer tenía que tratarse de un buen amigo de mi padre, ya que a pesar de mi todavía corta edad –y según supe con el tiempo-, ambos pactaron mi adopción. Mi padre tenía que terminar de criar a una importante prole de hijos y la dote económica que recibiría, sin duda iba a resolver muchos de sus problemas. Y así, sin ser consciente de lo que estaba pasando, es como me vi camino de una nueva casa, de una nueva familia y de un futuro incierto y desconocido.

Pedro, que así se llamaba mi padre adoptivo, resultó ser un buen hombre del que siempre guardaré un recuerdo entrañable. No escatimaba en cuidados y atenciones hacia mí y siempre me mostraba pleno de orgullo entre sus familiares y amigos, como si de su verdadero hijo se tratase. Fueron muchas las vivencias junto a él, momentos buenos y otros menos buenos, pero sin duda en mi interior quedó lo mejor de ellos.

Pedro tenía un pequeño taller de televisores al que iba con él a trabajar todos los días. Yo había cumplido los veinte años cuando una noche volvíamos los dos del trabajo. Ya de camino a casa, algo trágico sucedió, Pedro quedó tendido en el suelo y yo caí junto a él, golpeándome fuertemente y perdiendo el conocimiento. Al poco tiempo una muchedumbre rodeaba el cuerpo de Pedro que yacía frío en el suelo, y como si fuese en un sueño y de forma borrosa, el único recuerdo que de todo esto tengo es, de la presencia de la policía, la gente y la ambulancia en la que fuimos trasladados.

Sin saber muy bien qué pasó, fui a dar -aún malherido- con mis tripas en un calabozo, en el que sin entender por qué, pasaría los siguientes treinta y seis años de mi vida, sin juicio y sin una justa vista de mi causa.

Corría el año 2006 cuando una mañana oí un ruido que rompió el escalofriante silencio de la galería donde estaba confinado. La reja de mi calabozo se abrió y por la puerta asomó una cara que haría estremecer mis entrañas: el parecido de este hombre con Pedro era excepcional. Se agachó, me tomó entre sus manos y limpiándome un poco con un pañuelo, salió corriendo lleno de emoción. Al llegar a una estancia colindante, se detuvo delante de una mujer a la que no pude ver bien el rostro porque se encontraba delante de un ventanal, a contraluz, y los rayos del sol que inundaban la estancia me impedían intuir más allá de su silueta, y mi libertador dirigiéndose a ella conmigo entre sus manos exclamó: “abuela, mira el Omega que he encontrado en la caja fuerte del taller”. La señora respondió con una voz que me resultó familiar: “si Pedrito hijo mío, era el reloj preferido de tu abuelo, siempre lo llevaba con él, hasta el día del accidente. Puedes quedártelo, él estaría muy orgulloso de que tu lo llevases, y más si supiera de tu amor a los relojes”. El nieto emocionado y con la voz quebrada respondió: “Gracias abuela, sin duda hoy es uno de los días más felices de mi vida. Mañana mismo lo llevaré a hacerle una revisión”.

Después de pasar unos días recuperándome en el Servicio Técnico de una relojería, volví a sentirme como nuevo, y son ya varios los meses que llevo paseando de la muñeca de Pedrito, que es como también se llama el nieto del que fuese mi padre adoptivo, y veo como a mi alrededor todo ha cambiado, el mundo se ha transformado, incluso en cuestiones que todavía no alcanzo bien a entender, pero tiempo al tiempo, por que eso es lo que me sobra. Ahora vuelvo a sentir de nuevo lo que es el cariño y calor de un ser humano que se preocupa y cuida de mi, con dedicada entrega, y la gran ilusión que me embarga es verme en el futuro lucir en la muñeca de algunos de estos niños que hoy corretean alrededor de su padre, de Pedrito, mi libertador.

P.D.: Gracias al forero Jorge, cuya historia real ha inspirado esta humilde y torpe fantasía literaria.
 
Última edición:
Reserva de Marcha

La niebla empezaba a espesarse, era casi media noche y la luna llena observaba desde lo alto mientras su reflejo pretendía iluminarlo todo. El sonido bronco de un Mustang del 72, al que Alex había dedicado muchas horas para restaurar, era lo único que se escuchaba. El coche se detuvo lentamente, y sus luces, como ojos expectantes, se quedaron apuntando a la puerta del cementerio.

- ¿Crees que es buena idea...? – Preguntó Mary Anne con voz dubitativa.
- Ya te lo expliqué, el cementerio cierra sus puertas a las ocho de la tarde y no abren hasta mañana a las diez. No te preocupes, nadie puede entrar ni salir mientras tanto. Nadie salvo...
Mary Anne continuó la frase con tono algo resignado:
- ...salvo nosotros, porque Jim te ha prestado la llave, lo sé.
- ¡Exacto! – Exclamó Alex con una sonrisa.

Jim se encargaba de las labores de mantenimiento del cementerio, era amigo de Alex desde la infancia y no le resultó difícil convencerle para que le dejara la llave, al contrario, a Jim pareció gustarle sentirse cómplice del plan morboso de Alex con su novia.

Alex apagó las luces del Mustang y retiró la llave del contacto. Se hizo el silencio. Ambos salieron del coche y, con una extraña sensación de intranquilidad en el caso de Mary y de excitación en el de Alex, se dirigieron a la puerta del cementerio. Aunque la abrieron muy lentamente no pudieron evitar que emitiera un chirrido. Mary estaba empezando a arrepentirse de haber accedido a la propuesta de Alex. Aquel sitio ya no parecía tan excitante y morboso para lo que tenían pensado hacer allí.

No habían recorrido muchos pasos cuando Alex reclamó la atención de Mary:

- Mira, allí... – le indicó, señalando con el dedo – Parece una fosa recién cavada. No sería un mal sitio, mejor que encima de una fría lápida ¿no te parece? – preguntó mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.
Se acercaron para comprobar su profundidad. Al asomarse, la sonrisa, aún en la cara de Alex, se borró de repente. Mary emitió un grito sordo, mientras sus ojos no acababan de creerse lo que estaban viendo. Había un cuerpo yaciendo en el fondo de la fosa.

- Vámonos de aquí, tenemos que avisar a la policía. – dijo Mary, con voz extremadamente nerviosa.
- Espera... No sabemos si está muerto, quizá solo se haya caído y esté inconsciente. Voy a bajar a comprobarlo...
- ¿¿Qué?? – Preguntó incrédula Mary.
Pero Alex ya estaba descendiendo. Desde arriba, la poca luz no dejaba ver lo que Alex podía comprobar ahora, un disparo en el pecho de aquel hombre. Le tomó la muñeca izquierda, de todas formas, comprobando el pulso. No había. Alex emitió un suspiro de resignación, se incorporó y salió de la fosa sin perder más tiempo.

- ¿Qué tienes en la mano? – Preguntó Mary, perpleja - ¿Le has robado el reloj a ese hombre? No puedo creérmelo.
- Él ya no lo necesita, y mira, es un Lange manual con indicador de reserva de marcha, ¿tú sabes lo que vale ésto?

En ese momento Alex se percató de un detalle, la reserva de marcha marcaba el tope, casi el máximo. Eso quería decir que aquel hombre había manipulado el reloj hacía muy poco, quizá una hora o dos, y el cementerio llevaba más de cuatro horas cerrado. El asesino seguía dentro del cementerio. Pero, ¿cómo? Nadie más podía entrar o salir de allí desde las ocho de la tarde – pensó Alex -. Miró a Mary con rostro tenso y antes de poder decir nada el sonido metálico de un percutor se escuchó detrás de ellos. Mary sostuvo su mirada en la de Alex, ambos sabían que era el final.

Dos días después, en ese mismo cementerio, Jim asistía al entierro de su amigo Alex y Mary Anne. Sus ojos se empañaron, pero no pudo evitar esbozar una disimulada sonrisa cuando miró la hora que era en el Lange que apareció bajo del puño de su camisa.
 
Esperanza

ESPERANZA

Esperanza. Así la bautizaron, en un guiño premonitorio del destino.
¡ Con qué fuerza se había aferrado a ella, los primeros años después de la tragedia!
Y que difícil resultaba ya hacer honor a su nombre.

Seis años habían transcurrido desde el accidente. Seis años de aquél fatídico domingo en que Juan, su marido, su amante, su cómplice, salía por la puerta y, al cerrarla, cerraba de un golpe su vida para dar inicio a lo que ya no merecía ese apelativo.

- ¡ No te preocupes, mujer, ya sabes que yo le tengo mucho respeto a la moto y si les da por meter gas pues me paro y ya les cogeré, allá ellos...

Cuando la llamaron del hospital le costó mucho dar crédito a que las cosas fueran como eran. Juan aparentaba tranquilo en su cama, como en un plácido sueño...Del que hoy, seis años más tarde, aún no había despertado.

Al recoger sus pertenencias en el hospital, ya había tomado la determinación de deshacerse de todo menos de una cosa: el reloj de pedida de Juan que ella misma había escogido y cuya certera elección tanto había él celebrado. Poco mérito tenía el acertar dado el esfuerzo desplegado por Juan para asegurarse de que recibiría el reloj que, de toda la vida, había sido su objeto de deseo.
El cariño que tenía Juan por ese reloj, inservible desde el accidente, y el que se hubiera parado justo en la hora en que este había ocurrido, hizo que Esperanza lo conservara como algo que sentía que formaba parte de su marido. Un testigo mudo de la tragedia y testimonio de la hora, el minuto y el segundo en que su vida cambió para siempre.

Para siempre...

Arropó a Juan con mimo, le besó en los labios- que pases buena noche, amor mío- y verificó que el interruptor de la lámpara de cabecera estaba al alcance de la mano de su marido. Tras pulsarlo, en la oscuridad, salió sigilosa de la habitación y cerró la puerta tras de ella.

Pasaba los días junto a la cama de su marido, pendiente de su rostro, del relieve de su cuerpo bajo las sábanas, de cualquier indicio que supusiera un cambio, por mínimo que fuera, en su estado vegetativo. Al principio le consolaba llorar, ahora, ya no tenía lagrimas, y rezaba cada noche para que la cada vez más tenue esperanza no se le secara también. Por eso se aferraba a rutinas que podrían parecer absurdas desde la razón. Como dejarle a Juan la llave de la lámpara al alcance de la mano cuando iba a acostarse, no fuera a despertar de improviso y sintiera miedo y desconcierto.

Fue entonces, al salir del cuarto de su marido cuando lo vio: la habitación contigua, el cajón abierto y su hijo con el reloj de Juan entre las manos.

- ¡ No...! – Comenzó a decir Esperanza- Pero ya el pequeño la miraba con una sonrisa que inundaba su cara, el brazo extendido hacia ella y el reloj desbordando su manita.

¡ NO ESTA ROTO MAMA, SOLO ESTABA PARADO...!

El momento que su reloj de pedida había mantenido congelado durante los últimos seis años ya no era tal, el tiempo volvía a transcurrir en la esfera que Esperanza apretaba ahora entre sus manos mientras el medidor del tiempo andaba y andaba y andaba...

Sintió un escalofrío, los ojos que creía secos se le humedecieron y comenzó a sonreír, todavía de espaldas, instantes antes de alcanzar a ver el rayo de luz eléctrica filtrarse bajo la puerta cerrada del cuarto de su marido.
 
El Reloj Dorado

EL RELOJ DORADO


La niebla, espesa y húmeda, caía sobre los desiguales adoquines en los que, como espejos mojados, se reflejaba la tenue y vaporosa luz de las farolas de gas. Corría el mes de diciembre de mil ochocientos ni me acuerdo y, por una de aquellas callejuelas angostas deambulaba, con mirada atónita y perdida, el viejo caballero con su puño izquierdo bien cerrado, mientras sorteaba los sórdidos carruajes que, prestos, rodaban por la ciudad como en busca de su cobijo nocturno.

Con la mirada ajena y ausente a la empapada noche, fría y cerrada, el viejo caballero descubrió entre penumbras un cartel que se columpiaba anunciando un hostal a sus pies. Vestido con una capa raída, ropa descuidada y botas con muchas leguas bajo sus suelas, aporreó con su puño la puerta hasta que el joven posadero, importunado y sorprendido por lo avanzado de la hora, la abrió no sin cierto sigilo, descubriendo a sus pies al viejo caballero que, retorcido en su gesto, imploraba habitación y cama donde acabar la noche, mientras extendía su brazo alargando la mano y exhibiendo unas monedas de plata, como credencial de su residual solvencia.

El joven posadero, deshecho ya de su asombro y sorpresa, se apresuró a coger del brazo al anciano y, recostándolo sobre su hombro, lo subió hasta la habitación donde lo reclinó sobre la cama, mientras el viejo caballero mantenía su puño izquierdo cerrado, cual si custodiara su propia vida entre sus dedos.

Le ofreció el joven agua y comida mientras el anciano, con la mirada fija en el infinito cielo de la habitación, tras balbucear un –no lo abras jamás- profirió un quejoso suspiro, con el que abandonó su cuerpo y su vida. Su puño cerrado se abrió y, de entre sus dedos, se liberó un hermoso reloj dorado que caía al suelo marcando con sus manecillas las doce de la noche y con sus campanillas de sonido inmenso el paso, desde la media noche hacia un nuevo día.

El posadero, maravillado con tan hermosa pieza en nada parecida a lo que hasta entonces había visto, la recogió y examinó hasta sentenciar que sería suya. Así, dispuso los funerales del anciano que sufragó con su generosa plata y, tras tan humanitaria acción, justificó de lleno la legitimidad de su nueva posesión.

No era un reloj cualquiera. De aspecto dorado, pero más puro que el oro, lucía y reflejaba en sus tapas un universo de vida, qué digo, de vidas enteras. Su esfera, blanca, profunda e infinita. Sus manecillas largas y esbeltas, más que marcar las horas, las hacían y, aliadas con los índices, parecían dominar la génesis del propio Tiempo.

Tanta hermosura, tenía que albergar en su interior la más maravillosa máquina jamás diseñada y construida. El joven posadero no pudo resistirse a averiguarlo, así que abrió su tapa trasera con la esperanza de encontrarse con engranajes de oro, rubíes rojos de vino y sangre, tornillos azules teñidos de mar, campanas catedralicias reveladoras del sonido de sus horas… Pero no había nada de eso. Su interior estaba completa e inquietantemente vacío. Un vacío inmenso y desolador capaz de atraer hacia sí todo el ánimo, toda la voluntad y toda la vida del joven posadero.

De repente, se sintió atrapado por esa nada que había dentro del reloj. Ya no podría salir jamás de ella. Sus días se iban hacia ese vacío y su juventud se marchitaba, tan aprisa, que en menos de un año, su pelo se tornó escaso y blanco, su piel arrugada, sus huesos dolientes, quebradizos y encogidos, su posada ruina y sus acreedores pléyade.

Desahuciado ya de su posada, con un puñado de monedas de plata en el bolsillo y vestido con una capa raída, ropa descuidada y unas botas con muchas leguas bajo sus suelas, se echó a la calle…

La niebla, espesa y húmeda, caía sobre los desiguales adoquines en los que, como espejos mojados, se reflejaba la tenue y vaporosa luz de las farolas de gas. Corría el mes de diciembre de mil ochocientos ni me acuerdo…


Paso
 
Última edición:
Con morosa indiferencia, las agujas del reloj avanzaron otro minuto. El hombre observó atentamente el paso del segundero por la marca de las doce y seguidamente apuró el whisky de su vaso. En la tiniebla de la habitación, el humo de su cigarrillo alzaba formas nebulosas. La noche helada de noviembre llenaba el espacio más allá de la ventana y el hombre, concentrado, fijaba su mirada en la pared frente a él.

Súbitamente, se levantó y cruzó la habitación con paso firme. Observó por un instante las filas de compactos en la estantería y extrajo uno delicadamente. Momentos después las notas mágicas de una fuga de Bach llenaban la estancia. Suspiró, rellenó el vaso de whisky y volvió a sentarse.

Afuera, el viento agitaba la noche negra y los pensamientos del hombre.

Volvió a mirar el reloj. Prestó atención a una vertiginosa e imposible escala de arpegios en el órgano mientras encendía otro cigarrillo y cerraba los ojos. Tras unos instantes, volvió en sí y se levantó de nuevo. Se dirigió al lavabo, se lavó la cara y se peinó. Revisó concienzudamente su aspecto en el espejo y sonrió con aprobación. Miró el reloj de nuevo. Volvió a su posición original en el sofá pero a medio camino se detuvo. Regresó al lavabo, se quitó el reloj y lo dejó sobre una bandeja. Finalmente, se dirigió al sillón y sin sentarse cogió el vaso de whisky y lo acabó de un trago. Apagó el equipo de música y las luces. Dio una última calada al cigarrillo mientras abría la ventana. Entonces supo que ya era la hora. Sonrió y se encaramó a la ventana. El viento invernal le golpeó en el rostro. Y con un breve salto, el hombre cruzó el umbral de la eternidad.
 
Conversando con mi reloj

Conversando con mi reloj


¡Hola!, soy el muelle real…, ¿que qué pinto aquí?, pues no sé, pero es que acabo de conocer a un trío tan cornudo como singular que me ha parecido, cual tren de engranajes, capaz de gestionar todo el movimiento de mi desperezar contenido y ansioso…

-Eso está bien, pero vas a necesitar a alguien que controle tu fuerza contenida. ¿Qué te parece si contratamos a espiral y volante? Son muy profesionales, así que seguro que escape está de acuerdo y, además, le va la marcha de estar siempre encima de ellos, como controlando-.

Sí, sí, pero, pero el producto, tiene que ser estable y con salida, porque ¿para qué quiero darlo todo y quedarme sin recursos si no hay una salida digna? -¡Hombre!, conozco a unas fulanas, “manecillas” las llaman que, por unos pocos rubíes, se lo cuentan todo a los índices, y éstos flipan con cada “entrada-salida” de ellas, no necesitan más-.

Bueno, no me parece mala idea, pero si quieren una esfera, ponles unas sábanas limpias y blancas. Nada más, que para retozar ya tienen bastante.

-El caso es que… necesitamos también un local…- ¿Un local?, no había caído en ello, pero vamos, me imagino que cualquier cuchitril puede valer, ¿no?

-¡Hombre!, tal y como están las recalificaciones y las hipotecas, no creas que va a ser lo de menos, pero si nos quedamos con caja de latón cromado, pienso que para empezar no está nada mal y, si las cosas van bien, con el tiempo nos hacemos con algo de acero, que el oro y otras extravagancias sólo se arriman a los más puestos-.

¿Y tú crees que así podríamos marcar ritmo? –Pues yo creo que sí, pues aunque sea a fuerza de rodar coronas y gastar correas, siempre podremos marcar ese “tic-tac”, tan de moda desde siempre y hasta siempre, si el cristal nos deja, y aunque el fondo, en el fondo, no sea más que una simple tapadera…

Paso
 
Última edición:
Carta a mis amigos.

CARTA A MIS AMIGOS.

Os escribo estas líneas a vosotros, mis amigos, mis relojes por tantas cosas que os tengo que agradecer.

La satisfacción cuando os vi por primera vez, os elegí y vinisteis conmigo a casa. No podéis imaginar la alegría de poderos incorporar a mi pequeña familia.

Siempre estáis conmigo, sois vosotros los que me señaláis los momentos importantes.

En la infancia, como olvidar el primer reloj que tuve, que mayor me sentía cada vez que miraba la hora, y al ir creciendo, llega la primera cita y ahí también estabais, avisándome para que no llegara tarde, la de veces que os miraba ansiosa.

Y el nacimiento de un niño, una nueva vida, lo mas maravilloso que puede existir, ahí también estáis, y no solo eso, sino que tenéis la primicia de decir la hora exacta de ese momento tan grande.

También estáis en lo momentos duros, cuando son los últimos minutos de vida de alguien querido, ahí estáis vosotros para comunicarnos la hora exacta de la gran tristeza.

Son tantas y tantas cosas que podría decir, tantos los momentos, tantas las circunstancias que no tendría papel suficiente para escribirlo todo.

No puedo dejar de pensar que vosotros sois los que marcáis el tiempo, nada mas importante para todos. El tiempo para querer, el tiempo para sufrir y el tiempo para vivir.

Por eso os escribo esta carta porque para mi no sois una simple maquina, sino el amigo que nunca me falla, el amigo que comparte conmigo todo, el amigo que siempre esta ahí en todos momentos.

Gracias por señalarme todos los momentos importantes de mi vida.

Ne-no
 
Última edición:
Tempus Fugit

El letrero encima de la puerta de la calle no decía nada más: Tempus Fugit. Qué raro le resultaba aquel lugar. La vieja que le había abierto había desaparecido en la oscuridad del húmedo pasillo. Sólo había una silla destartalada en un extremo de la habitación y al momento descartó la idea de sentarse en ella. Parecía que iba a desmontarse con solo mirarla.

Tendría que esperar. Este hecho no le importaba, estaba acostumbrado. Siempre que su patrón lo mandaba a algún encargo debía esperar. Esperar. Algo que sabía hacer muy bien. Tenía experiencia. Adoptó su típica postura de esperar, de pasar el tiempo.

A los diez minutos empezó a mirarse la silla con otros ojos. Ya no parecía tan endeble. Tal vez soportaría su peso. Decidió arriesgarse. La silla crujió y se tambaleó un poco pero aguantó estoicamente su peso. Bien, eso estaba mejor.

Esperar. ¿Durante cuánto tiempo? Estaba acostumbrado, sí, pero tampoco quería perder toda la tarde esperando respuesta a la carta que había entregado a la vieja. Nadie parecía acordarse ya de él y la penumbra de la calle se iba adueñando de la habitación.

El tiempo fue escurriéndose por entre los índices de su reloj de bolsillo. Chorreaba sobre su mano cada vez que abría la tapa para mirar la hora. Aquello era demasiado. Llevaba allí casi media hora y nadie le había traído respuesta alguna. Estaba cansado de dar vueltas al ala de su sombrero.

Se levantó decidido y se dirigió hacia el pasillo por el que se había esfumado la vieja.

- Señora… ¿falta mucho? Es que tengo un poco de prisa ¿sabe?

Silencio por respuesta. Aguzando el oído pudo oír una especie de murmullo mecánico que parecía venir del fondo del pasillo. Dio unos dubitativos pasos en la penumbra temiendo tropezar con algún mueble.

- ¿Señora?

Unos pasos más y ya estaba prácticamente en total oscuridad. Parecía que la salita donde había estado esperando formara parte de otro universo. El murmullo se había convertido en un acompasado ruido de engranajes. Al fondo del pasillo se percibía un sórdido resplandor. El ruido cada vez era más intenso.

Decidió llegar al final del pasillo. Dio los últimos pasos y entró en lo que parecía una gran sala de máquinas. La habitación estaba llena de engranajes que giraban. Algunos muy deprisa, otros muy lentamente.

Fue entonces cuando la vio.

Un segundo. Le pareció una eternidad. Entre ruedas dentadas, su mirada se encontró con las cuencas vacías de la extraña figura encapuchada que manipulaba los mecanismos. Un segundo. Ese tiempo le bastó para comprender quién era ella. Un frío intenso. Allí estaba. Controlando la maquinaria del tiempo de los mortales.

Intentó darse la vuelta y huir pero sus piernas no respondieron. La dama negra lo envolvió con su capa y sólo vio oscuridad. Había llegado su hora con treinta minutos de retraso.
 
  • #10
TIEMPO DE OTOÑO


Era un mes de Noviembre, como muchos otros años y aprovechando el puente de todos los santos, decidí hacer una escapada, el lugar elegido Castilla, unos días de asueto y libertad, alejado de la vorágine ciudadana y el ruido infernal.
Ya de vuelta… una visita al abuelo, la abuela había muerto hacia unos años y desde entonces la tristeza se había apoderado de él. Estaba allí sentado en el poyete de la puerta recibiendo los últimos y tenues rayos de sol del día, con su boina y su chaqueta de pana, el bastón apoyado a su lado y en sus manos… su reloj de bolsillo, el mismo que le había acompañado los últimos 50 años y que se había traído de sus años de emigración en Suiza.
Siempre me había gustado ese reloj, con su esfera esmaltada, sus números romanos, y sus agujas tipo Breguet, pero lo que mas me fascinaba era esa tapa trasera que se abría y dejaba ver el movimiento algo que en aquellos años niños era para mí algo sublime, ahora estaba en sus manos, acariciándolo, como si en cada caricia reviviese un momento bonito de su vida y los fuera repasando uno a uno.
Nos miramos sin decirnos nada, yo sabía perfectamente lo que rondaba su cabeza, él a su vez parece que leyese mi pensamiento…cuantos veranos a su lado, lo recuerdo en el campo, con un sol de justicia cayendo sobre su altiva figura, ahora en cambio el sol solo lo acompañaba con unos rayos tenues, como si no lo quisiera molestar. Le di un abrazo y un beso, casi de culpabilidad, pues las visitas de los últimos años eran siempre así, cortas y casi de compromiso… a él que tanto me había dado, sin embargo , como si quisiera disculparme, siempre decía saber lo ajetreada que era nuestra vida.
Ya casi era la hora de irse, me abracé a él con fuerza y durante un largo rato, me miró a los ojos fijamente y me dijo… se que siempre te ha gustado, quiero que sea para ti, y con una leve sonrisa puso el reloj en mis manos, como si fuese una despedida que él presentía, fue la última vez que le vi .
Ahora de vez en cuando, yo también cojo el reloj entre mis manos, y lo acaricio…, y revivo momentos de mi vida, mientras va marcando las horas, el tiempo corre inexorable, y llega de nuevo el otoño, mi otoño….


Victor.M
 
  • #11
Ciento

100

Gaia, su madre, lo educó con esmero, le inculcó sabiduría, paciencia, templanza, y le adiestró en el dominio del tiempo. Pensaba el joven titan que gobernaría el mundo porque lo merecía desde su primera tos, al fin y al cabo un dios podía hacer cualquier cosa, y así creció ignorando a los demás y despreciando el saber de los más viejos.
Una mañana recuperó la sobriedad y se preguntó si sus padres le habrían dado hermanos. Su alma estrecha, difícil y rugosa le cegaba ante la posibilidad de que un día hubiera de compartir su poder y su destino con otros semejantes acaso más sabios y poderosos que él mismo.
Enfurecido por la sola idea, acudió de nuevo a Gaia, quien le confirmó lo que ya sabía, que Urano a pesar de los cuidados que les había prestado como padre, era un dios soberbio y traidor, sin pesar alguno por sus hijos, explicándole que el tártaro ocultaba las proezas de aquél desdichado que lo engendró. Se dirigió allá el joven Cronos descubriendo a sus hermanos los monóculos Cíclopes, y a los Hecatónquiros, que con el tiempo habrían de ser la envidia de los más apasionados medidores del tiempo.
Ofuscado, el joven titán, y más cegado por la traición paterna que por la prisión fraterna injustamente sufrida, acudió a buscar a quien encintó a Gaia encontrándolo entre las piernas de otra diosa, y sin pensárselo dos veces, con la hoz que su madre le entregó, privó de nobleza a Urano, castrándolo como debía.
Tras lanzar los restos amputados al mar, Cronos hizo con su padre lo que este había hecho con sus hermanos, encerrándolos a todos juntos, pero no a su madre, a la que fecundó en cuanto le fue posible, de forma inverosímil porque eran dioses, mientras aquélla gritaba: nooo, nooo.


La historia no tiene moraleja, pero cuanto daría yo por tener 50 cabezas y 100 brazos como los hecatónquiros para ponerme otros tantos relojes y destinar 49 cabezas a contemplarlos, o acaso las 50, porque la que tengo es un incordio.
 
  • #12
Dos Amigos.

Era una noche estrellada. Estaban como siempre entumecidos y calados hasta los huesos. La brisa del mar les cortaba la cara. A Marcial no le gustaba nada aquella Luna llena de bordes rojizos. Primer día de marea y vaya susto, aquel día Pancho casi se va por la borda, su fiel amigo se jugo el tipo para impedirlo. Marcial y Pancho se conocían desde niños. Lo eran todo, empezaron a fumar y a beber juntos, embarcaron con 16 años, y conocieron el amor de mujeres maduras a la vez y pagando. No fue para tanto, le dijo a Pancho. Te haces viejo compadre y te vas mucho a popa, que en la maniobra se mojen los chavales. Pancho, no hablaba miraba a las estrellas.
Crees que hay algo allá arriba, le pregunto a Marcial.
Me estas asustando, te viste apurado, eso es todo, mañana todo será distinto. ¿Que hora es? Pregunto Marcial, y sin dar tiempo a contestar exclamó, como alumbra tu reloj, hoy llevas un faro en la muñeca. Marcial continuo hablando, tú reloj hoy brilla más que nunca, yo hoy lo veo perfectamente, las dos y cuarto exclamó. Juraría que era mucho más temprano. Hoy fue un día muy largo. Ese Seiko te sobrevivirá compadre.
Pancho estaba con la mirada perdida, estaba ido, solo acertó a decir. Ya sabrás que decirle a Pepa.
Hubo un silencio. Como tú le digas algo a mi comadre, te capo, se enfureció, Hasta mañana y que te den. Es tardísimo.
Como de costumbre Marcial se fue para el Puente. Dejò a su amigo contemplando las estrellas. Buenas noches Señor, si no dispone nada más me voy a descansar. Marcial no apartaba la vista del reloj de Bitácora. Solo pasan 10 minutos de la una, preguntó con extrañeza. Si Marcial, contesto el Capitán recién estrenamos un nuevo día. Mañana que Pancho descanse, hoy todos tuvimos un gran susto. Gracias , esta muy distante . Marcial llego al catre, sintió miedo y un alo de frío indescriptible, pero no supo a qué.
Levántate Marcial, gritaba el Primer Oficial.Todo eran gritos y confusión a bordo, ¿Qué pasa? . Tu compadre no esta. Como que no esta, Marcial pasó de la incredulidad al histerismo. Se pararon todas las tareas, se reviso el barco de arriba abajo, y se decidió tomar rumbo a puerto. Pancho no estaba, se esfumo, se lo trago la mar.
Cuando vio en el muelle a aquellas mujeres sintió como se rompía por dentro. Fueron los peores días de su vida. Estaba vacio. Por semanas no se dejo ver. Las siguientes mareas no embarcó. Se enclaustro en su interior, en su amargura .
Semanas más tarde Llegò un mensajero con un paquete con la siguiente Leyenda “ Abrir el 27 de Marzo”. Él conocía aquella fecha. A Pancho le habían inflado la cara a bofetadas en el colegio y Marcial puso orden. Le juro que lo protegería toda la vida, eso fue años atrás. Y desde entonces siempre se emborrachaban aquel día.
Abrió el paquete con ansiedad, le temblaban las manos , dentro un reloj, “El inconfundible Seiko de Pancho” y una carta. Marcial se dejo caer sobre la cama con todo el peso de su cuerpo. Todo estaba claro. la decisión estaba tomada, la suerte echada y el tiempo inexorablemente asignado por el l Angel que no perdona. Pancho nunca llego a embarcar aquel reloj , todo estaba dispuesto.
Perdóname hermano no puedo vivir con esta culpa, así empezaba aquel escrito,.... cada palabra era un puñal , la leyó y leyó hasta sus últimos dias.
Habia hecho absolutamente todo por Pancho, pero no supo perdonarlo, y en cierto modo no se perdono asimismo. Que osado, se enfrentaría a la misma muerte por él.
Se refugio en los brazos de aquel niño, tenia la mirada de su padre y una razón para vivir.
Como se encuentra, le dijo el doctor, bastante bien, teniendo en cuenta que me voy a morir. Ya habían pasado casi veintitrés años de aquel fatídico día. La investigación oficial concluyó que por los testimonios aportados Pancho cayo al mar de entre las Dos y Dos y media de la madrugada. Marcial siempre supo la hora exacta "las Dos y Cuarto", le gustaba despertarse para presenciar ese instante y decia que ese reloj en ese preciso momento brillaba más. Nadie le creia. A él le daba igual.
Marcial se empeño en que no le ocultaran su dolencia. Tanta historia por una tontería de cáncer terminal. Su ahijado era ya un hombre y sabia que lo estaba visitando por última vez, se iba de campaña, seis meses de mar, a sabiendas de que no regresaría para ver a Marcial con vida.
Marcial se dirigió a él con una infinita ternura, Tú padre y yo marineros de cubierta y mírate tú. Trata bien a la gente y te responderán. Feliz campaña. Sonó a despedida. Se besaron e intercambiaron lagrimas. Adiós padrino, Marcial sonrió estoy bien tengo una larga conversación pendiente un anhelado reencuentro y ganas de perdonar, me muero feliz. Toma este reloj seguro que te sobrevivirá.. El joven lo acepto con orgullo. En su muñeca derecha llevaba su maravilloso Rolex , regalo de pedida y vida futura y ahora llevaría en la izquierda un viejo Seiko 6309 que sentía que formaba parte de su vida.
 
Última edición:
  • #13
El Jugador

EL JUGADOR


- Veo los mil y subo a cinco mil...

Fortunato volvió a repasar las cartas de su mano con mucho cuidado, descubriendo solo un pico de cada una, hasta dejarla ver, para pasar a la siguiente con la misma lentitud.
Dobles parejas. Por mucho que las acariciara y remirara, no daba para más. Qué ingratas.

- Veo...

Cuando su oponente le mostró el trío de reyes, tuvo la impresión de que, tras la hierática seriedad de los barbudos, se escondía un ápice de cachondeo.

Llevaba toda la tarde perdiendo. Una racha horrible. ¿ El azar? Más bien daba para pensar que alguien manejaba los hilitos de un guiñol en el que le había tocado el papel más sufrido, el que se llevaba todos los golpes de Cristobita. Cada vez que perdía, por bajo del silencio de la sala, le parecía escuchar las risas y los aplausos de un público que celebraba el nuevo estacazo al muñeco.

Había acudido a la timba privada con los cincuenta mil euros de su indemnización confiando en que la suerte lo acompañara y poder hacerse con otro tanto. Lo justo para amortizar la hipoteca y poder vivir del subsidio de paro hasta encontrar otro trabajo.
¡Que mala es la necesidad! Decidió correr el riesgo por mucho que le advirtieran que esas partidas no eran de broma, que era juego limpio, sin trampas, pero que se iba a ver las caras con unos jugadores profesionales acostumbrados a desplumar a incautos como él.

Cuando, tras la última mano, pidió otros diez mil euros al ruso que hacía las veces de croupier, dispuesto a firmar un nuevo pagaré a devolver en un plazo máximo de diez días, a un interés diario del diez por ciento, era tal su desesperación que no pensó siquiera en las consecuencias, tal como lo había hecho en las dos ocasiones anteriores, al solicitar un crédito que sabía positivamente que iba a ser incapaz de pagar.

- No, lo siento, no hay más...

- Pe...pero, si solo debo veinte mil... ¿Cómo me va a obligar a retirarme así? Por favor...

El ruso no se molestó en contestar. Un leve gesto de cabeza acompañado de un fugaz brillo en la mirada que puso a Fortunato los pelos de punta, bastó para que las cosas quedaran bien claras.

En su desesperación, le vino una idea a la mente. Lentamente se despojo del reloj que adornaba su muñeca izquierda y lo empujó hasta el jefe de mesa.

Con una mirada despreciativa y tras una rápida ojeada al flamante Rolex, el croupier despachó dos mil euros en fichas a Fortunato...

<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<
<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<

Lo primero que hizo fue recuperar su reloj, después los dos pagarés que había firmado jugándose las piernas o quien sabe qué.
Cuando por fin se levanto de la mesa y abandonó el recinto como en una nube, tras haberse hecho nuevamente con su dinero y setenta mil euros adicionales de ganancia, Fortunato se dijo a si mismo: Nunca más...

Camino de casa, fue poco a poco haciéndose cargo de lo que había vivido esa tarde y de los caprichos de la diosa Fortuna.
La luna, en lo alto del cielo, parecía sonreírle con un guiño de complicidad.

La luna...¿Cuanto tiempo había pasado en aquella casa? Dirigió la vista a su reloj...

- ¡ Vaya! ¡ Ya se ha vuelto a parar esta birria! ¡ Y eso que el negrito que me lo vendió dijo que tenía maquinaria suiza!
 
  • #14
Tic-tac, tic-tac...

Abrió los ojos lentamente, pero la oscuridad seguía ahí, envolviéndolo todo. Aturdido, intentó incorporarse, pero fue inútil, no podía moverse. Un desagradable sabor en la boca le hizo escupir. Era sangre. De repente, un agudo dolor del que no había sido consciente hasta ese momento se apoderó él. Tenía las dos piernas atrapadas y una de las tibias fracturada. Cualquier intento por zafarse del abrazo de aquel amasijo de hierros hacía el dolor más insoportable.

Necesitaba pensar, Marc debía tomar una decisión importante que influiría drásticamente en su vida y la de su familia. Hacía tiempo que las cosas no marchaban bien entre él y Nelly, su mujer. El único nexo de unión que les quedaba era su pequeña hija Laura, pero ni eso le parecía ya suficiente a Marc para seguir sosteniendo una relación que agonizada. Era más de media noche y ambas se habían retirado a descansar.
Marc decidió que lo mejor era coger su coche, sin rumbo, relajarse conduciendo, y así poder pensar con más lucidez. Pero antes quería disfrutar de un momento al que dedicaba unos minutos cada dos días. Se quitó su reloj mecánico de la muñeca y se quedó mirando el movimiento, casi continuo, de la aguja del segundero. Era algo que le encantaba. La segunda parte del protocolo consistía en dar media vuelta al reloj para observar, con la curiosidad de la primera vez, aquel mecanismo tras el cristal. Por último, Marc comenzó a girar la corona con suavidad para darle cuerda. El tic-tic-tic del trinquete contra el rochete era lo único que se escuchaba donde, hasta ese momento, el silencio era dueño y señor.

Había perdido la noción del tiempo conduciendo, yendo a parar a una solitaria carretera de montaña con abetos alzándose majestuosos a lo largo de toda ella. Marc desvió la mirada hacia su reloj para comprobar cuánto tiempo llevaba conduciendo. Como hipnotizado, se quedó observando el movimiento del segundero demasiado tiempo. Cuando de nuevo fijó su mirada en la carretera, una curva cerrada le sorprendió. Sin tiempo para reaccionar, el coche se precipitó barranco abajo, dando varias vueltas antes de que el robusto tronco de un abeto detuviera su descenso.

Marc abrió los ojos lentamente, pero la oscuridad seguía ahí, envolviéndolo todo. Sabía que gritar era en vano. Nadie le oiría allí, en aquel lugar, a aquellas horas. En su mente, solo dos cosas, su mujer y su hija Laura. La posibilidad de no volver a verlas, de no salir de allí, le provocó una mezcla de pánico y tristeza a partes iguales. Aquel silencio sepulcral no hacia sino aumentar la sensación de desesperación que empezaba a poseerle. Para evitarlo, Marc acercó su reloj al oído. Tic-tac, tic-tac,... Pero ya no vio aquel sonido como siempre lo había hecho, algo cálido y agradable, sino como la cuenta atrás del tiempo que le quedaba. Tic-tac, tic-tac... Ya no podía quitárselo de la cabeza.

Pasaron las horas. Marc gritaba cada vez que conseguía acumular fuerzas para ello. Pero nadie respondía. Tic-tac, tic-tac... La noche lo cubrió todo de nuevo. Al amanecer, una lágrima comenzó a deslizarse, deteniendo su errático descenso al encontrarse con una barba de dos días en un rostro ya demacrado, pálido, reflejo de una resignación absoluta. Tic-tac, tic-tac,... Durante la noche, la esperanza se había despedido de Marc.
Se abandonó, cerró los ojos con la intención de no abrirlos más. El “tic-tac” en su cabeza era cada vez más débil, más distante, casi imperceptible. Tic... tac... tic... tac… tic…

Entonces, una voz, la de una niña:
- ¡Mamá, mira! ¡Hay un coche ahí abajo...!

Tic-tac, tic-tac, tic-tac,...
 
  • #15
EL TIEMPO INMOVIL.

El tiempo, ese devorador inexorable, nos rodea de tan sutil forma que casi, solo casi, nos pasa desapercibido.
Pero dia tras dia, año tras año, el reloj de arena tiene cada vez menos arena arriba y mas arena abajo.
Nuestros sueños e ilusiones pasan como espejismos a nuestro alrededor, pero realmente nada permanece el tiempo suficiente para que podamos atrapar el momento y ser aunque solo sea fugazmente felices durante unos instantes.
Veo a mi querido teckel dormir mientras mi reloj familiar desgrana el paso del tiempo, ese devorador continuo que hace que el instante presente pase de manera tan fugaz que ni siquiera percibimos su paso, cuando es precisamente el imparable paso del tiempo el que nos va devorando, algunas veces de manera dulce y otras de manera feroz e implacable.
Esperamos esperando, a que llegue la hora que en mala hora, no haya que esperar mas y así , sin darnos cuentas el tiempo se desliza cada vez mas rápido, cada latido de nuestro corazón es un latido menos que nos acerca a esa “terra incógnita” que algunos esperan con calma socrática y otros temen por su propia incertidumbre.
Pero siempre fieles a nuestro alrededor permanecen nuestro queridos relojes, intentado en cierto modo suavizar lo que tácitamente nos están susurrando “carpe diem” , ya que de manera afectuosa, casi intima, nos comunican continuamente que ese segundo que acaba de pasar, ya nunca volverá a existir.
La paradoja del tiempo, ese que a veces parece inmóvil y otras un torrente que nos arrastra sin medida, ese tiempo que medimos con nuestro eternos y queridos compañeros de fatigas, esos a los que tanto amamos y cuidamos.
Veo soñar a mi querido teckel y me veo a mi mismo proyectado, un simple sueño en la mente del Gran Constructor, una estrella fugaz que titila durante unos instantes para luego desaparecer para siempre. ¿Para siempre? No, quizás no, tal vez esos anhelos, esas búsquedas de la verdad esencial sean retomadas como testigos por nuestros hijos, nuestra proyección de eternidad, eso que nos permite aceptar el último segundo de manera calmada e incluso anhelante.
Ahora ya ha llegado esa hora, esa en la que no hay que esperar más y por fin veo cerca de mí a todos mis seres queridos que el tiempo se llevo y ahora están nuevamente a mi lado, sonriendo con infinita ternura y tomando mi mano me indican que les siga.
Por fin el tiempo ha dejado de existir, y mi peculiar "estación de transito" llega a su fin, de esa manera el tiempo permanece inmóvil para siempre, para siempre…soñare??
 
Última edición:
  • #16
LA PARADOJA DEL TIEMPO

Yo siempre he estado aquí, o quizás no, no lo se, tampoco me importa, por qué todo esta hecho de mi, y sin mi nada existiría. Siempre he sido libre, he fluido en todo y por todo.

Después aparecieron ellos. Al principio me observaban con miedo y respeto, yo era su amo absoluto, padre de sus dioses venerados, eterno, permanente, la antítesis ideal de su fugaz existencia.

Pronto quisieron conocerme, la observación de los astros hizo patente mi ser, comenzaron a intentar atraparme, a buscar mi medida mediante máquinas rudimentarias, hechas de piedra, de agua y de arena, a catalogarme, en siglos, años, días y horas haciendo de mi medida, la medida de si mismos.

Les veía, cuando eran todavía oscuros aprendices de brujo, crear sus primeros artilugios mecánicos, primitivos engendros compuestos de ruedas y balances, que fueron tomando cuerpo y formas diversas, cada vez mas bellas y complejas.

Hubo un tiempo en el que no sabían con exactitud donde estaba yo, y no podían saber donde estaban ellos. Un carpintero ingles creó el artefacto que les dio la clave, desde entonces fueron dueños de las tierras y de los mares de su mundo.

Trozos de mi ser fueron y son índices de sus peores y mejores momentos, referencias, comienzos y fines de sus maldades sin cuento, de sus felicidades y desdichas. Me emplean para señalar los hitos de su propia historia, a mi que marco los pasos de cada uno de ellos, desde que nacen hasta que mueren.

Extendieron las máquinas por todo su mundo, pueblos enteros observaban mi presencia en altos campanarios, escuchaban con alegría o tristeza mi y voz y mi imagen, por ellas impostadas, a mi, que marco inexorable el ritmo de sus vidas. Desde entonces, primero colgados de cadenas y después en sus muñecas, cada uno de ellos me observa, intenta controlarme con sus relojes. Están hechos de todos los materiales, adoptan todas las formas posibles, les dan infinidad de nombres, mitológicos, mundanos, inexplicables, en una búsqueda constante de mi nombre secreto.

Toda su historia esta condensada en estos pequeños monstruos, los veneran, los coleccionan, crean sus riquezas y ruinas con ellos, midiendo sin parar mi materia quizá incognoscible.
En vez de fundirse en mi infinitud, buscan ponerme limites, atraparme con esos relojes, descomponerme en pedazos cada vez más diminutos, intuyendo que cada descubrimiento sobre mi esencia, les hace mas sabios, mas fuertes, les sitúa mas cerca de desvelar los arcanos mas secretos del universo.

Dicen que su lujo mayor es poseerme, saben que desvelar el exacto y preciso secreto de mi naturaleza les hará libres y quizá eternos, eso quieren, eso buscan, ser como creen que soy yo. Merced a sus progresos y a sus relojes, han logrado salir de su mundo internándose en mis estancias secretas, viajando por el espacio.

Hacen funcionar con eficacia sus máquinas infernales, sus redes de información. Han llegado a escuchar el eco de mis primeros llantos de recién nacido, y crean dispositivos cada vez mas sutiles y poderosos, controlan las ínfimas vibraciones de mi cuerpo generadas por los cristales y presentes en la descomposición de las partículas más diminutas de la materia, todo para dominarme, para descubrir mis secretos más íntimos, todo con sus malditos relojes.

Yo soy el tiempo, vosotros y vuestros relojes estáis hechos de mi, al medirme a mi, al descubrirme a mi, solo os descubrís a vosotros mismos, cuando yo acabe, vosotros acabareis conmigo, ¿de qué os servirán entonces vuestros malditos relojes?
 
  • #17
Un Simple Relato.....

...........CUENTAN QUE CIERTA VEZ .................UN PODEROSO HOMBRE DE NEGOCIOS, TENIA UN VALIOSO RELOJ , QUE UN DIA DEJO DE FUNCIONAR. PREOCUPADO POR ESTO, LLAMO A SU SECRETARIA Y LE ORDENO QUE BUSCARA A UN ESPECIALISTA PARA QUE LO REPARE. LA SECRETARIA OBEDECIO Y BUSCO A UN HOMBRE QUE TENIA MUCHA EXPERIENCIA EN RELOJES FINOS. EL ARTESANO SE PRESENTO AL OTRO DIA EN LAS LUJOSAS OFICINAS DEL EMPRESARIO. ESTE ULTIMO LO RECIBE Y LE EXPLICA QUE EL RELOJ QUE ADORNABA SU OFICINA HABIA DEJADO DE FUNCIONAR Y QUE QUERIA QUE LO REPAREN INMEDIATAMENTE . EL ARTESANO RETIRO EL FINISIMO RELOJ DE LA PARED, LO APOYO CUIDADOSAMENTE SOBRE UNA MESA Y SE PUSO A OBSERVARLO MINUCIOSAMENTE. TOMO DE SU PEQUEÑO MALETIN UNAS HERRAMIENTAS Y COMENZO A ABRIR LA TAPA QUE CUBRIA EL MECANISMO. SE PUSO LA LUPA Y REVISO EL COMPLICADO RELOJ. DIJO ALGUNAS COSAS POR LO BAJO Y CON DELICADEZA PROCEDIO A RETIRAR UNA MINUSCULA PARTICULA QUE OBSTRUIA LA MARCHA . EL EMPRESARIO , SORPRENDIDO , EXCLAMO ¡ PENSAR QUE SOLO ERA ESO ! EL ARTESANO VOLVIO A COLOCAR EL RELOJ EN SU SITIO YA QUE AHORA FUNCIONABA PERFECTAMENTE. EL RICO HOMBRE DE NEGOCIOS LE PREGUNTA ENTONCES.....¿CUANTO LE DEBO POR SU TRABAJO? EL ARTESANO LO MIRA Y LE DICE: ......SON U$S 1000 SEÑOR............EL EMPRESARIO CAMBIO SU EXPRESION Y EXCLAMO MUY ENOJADO ¡ES UNA BARBARIDAD LO QUE PRETENDE COBRARME POR QUITAR UNA SIMPLE BASURITA DEL RELOJ. VOY A PAGARLE UNICAMENTE SI USTED ME ENVIA UNA FACTURA DETALLADA QUE REALMENTE JUSTIFIQUE TODO LO QUE HIZO. EL ARTESANO SE RETIRO DEL LUGAR Y PROMETIO ENVIARLE LO QUE PEDIA. AL OTRO DIA EL EMPRESARIO RECIBIO UNA NOTIFICACION DE ESTE . LA LEYO DETENIDAMENTE Y DESPUES DE MEDITAR UN INSTANTE , LLAMO A SU SECRETARIA A QUIEN AUTORIZO A QUE PAGASE AL ARTESANO POR EL TRABAJO REALIZADO. LA NOTA ENVIADA DECIA LO SIGUIENTE: -QUITAR UNA SIMPLE BASURITA DEL MOVIMIENTO DEL RELOJ U$S 1,00 . SABER COMO HACERLO U$S 999,00 .................................................. ............. ESTO QUE ESCRIBI, ESTA DEDICADO A TODOS AQUELLOS PROFESIONALES ,QUE DIA A DIA SE ENFRENTAN CON PERSONAS QUE NO VALORAN EL TRABAJO DE SUS SEMEJANTES YA SEA POR SU DESCONOCIMIENTO O SIMPLE PEDANTERIA. Norberto ( Texto enviado a un coleccionista extranjero, el 16 de agosto del 2003, que me cuestiono un trabajo que le hice , argumentando que le habia cobrado caro . A los pocos dia recibio el reloj ........ vio la calidad del trabajo .........pidio mil disculpas ....... sigue enviando piezas ....... y nunca protesto ......... )
 
  • #18
De Cómo Un Reloj Mecanico Te Puede Cambiar La Vida

DE CÓMO UN RELOJ MECANICO TE PUEDE CAMBIAR LA VIDA

- Felicidades cariño, espero que te guste.
- Eh?, si claro, está muy bien -“¿un reloj?, si ya tengo uno”-.
- Pues es de los buenos, no te vayas a creer. Es de cuerda y el relojero me ha dicho que están hechos casi a mano. Además mi padre tuvo uno de cuerda durante cuarenta años y no lo cambió nunca.
- Si, si, se le ve bueno –“¿Glasute, o qué pone aquí? parece publicidad de ventanas y además Made in Germany, ni siquiera es suizo. Seguro que la han engañado”-. Bueno, me voy a trabajar que llego tarde.
- ¿Te apetece que salgamos fuera a comer?
- No, déjalo, si acaso bajamos al bar de Paco a comer algo.
…………………………………………………………….
- Buenos días Martínez. Le recuerdo que a las once en punto tiene cita con el director del banco para firmar los avales y el resto de papeleo. Supongo que sabe que nos jugamos todo el proyecto de los japoneses.
- Desde luego Señor García, déjelo de mi cuenta. En cuanto vuelva me paso por su despacho. “Siempre lo mismo, sí señor García, no señor García, algún día no voy a aguantar más y…. Bueno, las nueve, todavía tengo tiempo para hacer cuatro tonterías antes de bajar al banco. Bonito sí es, un poco rara la esfera con ese círculo grande. A saber cuánto le han cobrado.” ……………………………………………………………………
“Las diez y cuarto todavía, se me está haciendo la mañana eterna, me voy a sacar un café y hago algo de tiempo.”
- ¿Ya ha vuelto del banco, Martínez?
- ¿Del banco? Pero si son poco más de la diez…
- ¡Las diez! Martínez, son las doce menos cuarto ya! ¿Se puede saber en qué mundo vive? Desaparezca de mi vista, voy a llamar al banco a ver si lo puedo solucionar, ¡y ya hablaremos sobre su futuro en esta firma!
- Pero, señor García…-”Dios mío, si no le he dado cuerda al trasto este. Lo que me faltaba, perder el trabajo por un reloj. Que digo yo que para algo se han inventado las pilas. A quién se le ocurre, en pleno siglo XXI.”
- Vaya Martínez, tienes mala cara.
- ¡Oye Carvajal, que no estoy para coñas!
- ¿No te has enterado de la última? A eso de las once han entrado dos yonquis en el banco de abajo y se han cargado al segurata, al director y a un cliente que estaba con él en el despacho, qué fuerte eh?
- ¿A qué hora has dicho?
- A las once le he oído comentar al portero, pero, ¡adónde vas tan deprisa!
…………………………………………………………………………….
- ¡Marta! Ya estoy en casa
- Hola cariño, ¿bajamos al bar de Paco a comer?
- Pues no, ponte un vestido bonito que nos vamos al restaurante ese de los famosos que viste el otro día en Salsa Rosa.
- ¿Y eso? ¡Tú no eres mi marido!, eres un alien ¿no?
- Calla mujer, que un reloj como este bien se merece una buena comida. Y después de comer nos pasamos por la joyería a ver qué más relojes tienen, que creo que le he cogido el gusto a esto de darles cuerda.
- Si ya sabía yo que eras un romántico.
 
  • #19
Tiempo muerto

El taxi pasó a su lado sin aminorar la marcha a pesar de todos sus gestos por llamar su atención. Era el cuarto que pasaba sin que consiguiera encontrar uno libre. Miró su reloj. Mostraba la misma hora que hacía un buen rato, las nueve menos veinte minutos.

- Maldito reloj. Siempre se para cuando menos te lo esperas. Tengo que comprarme uno de estos modernos que han salido ahora. Me parece que van con una pila. Mañana mismo me lo compro-. Miró a su alrededor buscando sin éxito algún reloj en hora.

Llegaría tarde otra vez. Si al menos encontrara un taxi libre.

Otro taxi. Esta vez prácticamente se abalanzó sobre él. El taxista tocó el claxon amenazadoramente indicando claramente que no tenía ninguna intención de parar. Se apartó bruscamente y al pasar por su lado vio la sonriente cara del pasajero que le miró por un instante.

Empezaba a lloviznar. Sólo faltaba esto. Automáticamente volvió a mirar su reloj.

- ¿Qué hago? Si está parado. ¿Qué hora debe ser? Deben ser más de las nueve y cuarto.

Le había prometido a su mujer que sería puntual por una vez. Su cena de aniversario de 25 años de casados y llegaría tarde. Como siempre. Le parecía estar oyendo a su mujer quejarse de lo abandonada que la tenía, que no estaba nunca en casa, que ella se ocupaba de todo, bla, bla, bla.

¡Un taxi! Este tenía que ser para él. Prácticamente se puso en mitad de la calle. Tuvo suerte, estaba libre. ¡Por fin!

- Rápido, lléveme a la calle Acacias 14-. Después de todo, no llegaría tan tarde. Miró nuevamente su reloj parado.

- ¿Tiene usted hora?

- Sí señor, son las nueve menos veinte minutos.

- ¿Cómo dice? ¿Las nueve menos veinte? ¿Está usted seguro?

- Sí señor. Mire ve, este reloj es nuevo, va con una pila y es muy exacto. Hace un momento lo he comprobado con las señales de la radio a las ocho y media.

Sintió un gran alivio. No entendía muy bien lo que había pasado pero se alegraba enormemente de haberse equivocado en la hora. Miró otra vez su reloj. Continuaba parado a las nueve menos veinte. Algo no encajaba. Hacía al menos 45 minutos que su reloj marcaba esa hora y ahora resultaba ser la correcta.

El tema dejó de preocuparle. Mañana mismo se compraría un reloj nuevo con pila. Se acabó dar cuerda cada día. Se arrellanó en el asiento. Tenía más de quince minutos de trayecto hasta su casa y estaba cansado, había sido un día duro. Se amodorró y finalmente se durmió.

- Oiga… hemos llegado.

- … Perdón creo que me he dormido.

Pagó al taxista y en el momento en que bajaba del coche le preguntó nuevamente:

- ¿Qué hora es?

- Las nueve menos veinte-. Dijo arrancando el taxi.

- Pero… no es posible. Si ya era antes esa hora.

Aturdido todavía por su corto sueño, miró el familiar reloj de la joyería de la esquina. También estaba parado a las nueve menos veinte. Maquinalmente empezó a darle cuerda a su reloj. El segundero arrancó de inmediato su rítmico deambular por la esfera. Miró nuevamente el reloj de la joyería. También se había puesto en marcha.

Entró en su casa sin comprender nada. Lo recibieron los brazos abiertos de su mujer con una sonrisa radiante.

- Cariño está vez has cumplido tu palabra. Apenas son las nueve menos cuarto, realmente hoy has sido puntual. La cena estará a punto enseguida.

Miró agradecido su reloj, sonrió a su mujer y pensó que no se compraría otro reloj. Prefería seguir dándole cuerda al suyo durante muchos años.
 
  • #20
Revisión

El hallazgo del reloj, en el sótano de la vieja casa familiar, junto a antiguos instrumentos de agrimensura, no fue el único suceso extraño de aquellos días.

Recibí por correo una invitación para una fiesta de aniversario sellada treinta y dos años atrás. También una llamada de Luís Armengol, antiguo compañero de estudios y andanzas con el que había perdido contacto hacía largo tiempo, insistiendo, con su inalterado entusiasmo, en que quedáramos para comer. Y encontré la nota de María, doblada entre las páginas de un tratado de Geometría guardado en el mismo sótano. La nota, en la que María lamentaba no poder acudir a la cita acordada y proponía un nuevo encuentro, que debí extraviar, sin reparar en ella, sin leerla nunca, en el desorden característico de mi juventud.
La nota de María, todavía capaz de alumbrar una emoción insospechada en la deliberada soledad de mi transcurrir sexagenario.

Pero, disculpadme, vosotros queréis saber del reloj y yo, después de tantos silencios, a veces me pierdo en divagaciones.

El diseño ya lo conocéis. Tal es su armonía que incluso pienso que algo de él hay en todos los relojes que alguna vez he admirado o, quizá exagero, que el espíritu de todas y cada una de esas maravillas mecánicas se conjugó en el banco de su creador.

La ausencia de inscripciones tanto en la esfera como en el fondo y en el interior resultaba desconcertante. Y todavía más cuando ninguno de los relojeros prestigiosos de mi ciudad parecía saber nada de esta pieza. De modo que envié detalladas fotografías a la sección de consultas de una reconocida revista del sector intentando recabar datos del modelo. Incluso las colgué en la página web de un foro en el que debatían verdaderos especialistas pero no conseguí más que alabanzas a la singular belleza de ese calibre, del que nadie tenía noticia. Por ello, aún considerando la calidad de sus acabados, acordamos que debía tratarse del ejercicio artesanal de algún maestro ignorado.

En cuanto a su funcionamiento, desde el primer giro para su carga empecé a sentir en mi pecho la cadencia perfecta de su marcha, Paradojicamente, también muy pronto aprecié su errático andar: atrasaba o adelantaba sin norma. A veces muy levemente, otras, en cambio, sus agujas parecían detenerse para más tarde descubrirlas en una frenética carrera circular sin sentido definido. Eso sí, sin descomponer nunca el compás de su movimiento, resonando aquí, cerca del corazón.

Desde luego tendría que llevarlo a revisar, aunque hasta entonces luciría en mi muñeca. Mis monótonas jornadas no requerían demasiada precisión y sí algún ornato mi descuidada figura.

Decidí dejarlo en mi muñeca hasta llegar a hoy, cuando no tengo interés alguno en revisarlo. No discutiré con vosotros acerca de la exactitud. Ahora sólo sé que se trataba de adecuar mi palpitar al suyo y dejar que él marcara los ciclos, que dispusiera los días y anunciara las noches con cálidos tonos de esperanza. De dejar que acortara sabiamente los vacíos y las incertidumbres, de dejarle alargar los instantes decisivos hasta que por fin no quedara nada de lo que tenía que decir y no dije, hasta que no quedase nada que pudiera hacer y no hice. Hasta que no hubiera nada de lo que arrepentirse.

Y, entre tanto, he reencontrado otras amistades casi olvidadas y he asistido a aquella fiesta de aniversario a la que no asistí. Y, sobre todo, llegaré puntual a la cita con María porque, esta vez sí, he leído su nota.

Por eso, perdonadme que os conteste a estas horas. Perdonad que ahora mi ritmo no sea el vuestro. Pero no quiero revisarlo. Sólo me preocupa mantener mi latido adecuado al de este hermoso guardatiempos sin nombre. Porque esa ha sido la condición para recuperar el deseo, para acostarme abrazado a la ilusión, para rechazar las promesas de fidelidad de la tristeza.

Para esbozar esta finta al desencanto.
 
  • #21
insomnio

-eh!! no ha visto qué está rojo?
No hay lunes buenos, pero este auguraba un mal día desde que amaneció.
Otra noche en vela, una más desde que aquella fatídica tarde....

Me comportaba como ese conductor irascible y temerario que tantas veces he criticado. Hoy se cumplían dos meses exactamente, meses que me han sabido a lustros levantándome cada mañana con la esperanza de que ese día fuera el último, de que de una vez por todas, al acostarme tras una dura jornada, morfeo me acogiera entre sus brazos. Me dijeron que hoy ya lo tendrían, - a última hora puede usted pasar a recogerlo señor Ibáñez -, el viernes cuando Maite me cedió el teléfono para atender la llamada del señor Núñez, el corazón me comenzó a palpipar aceleradamente. Estaba convencido de que el señor Núñez tenía la cura de mi desvelo, no obstante la espera se me hizo eterna.

Llegó el ansiado día, y sin embargo una rara sensación de desasosiego me recorría el cuerpo desde que salí de casa rumbo a la oficina.

No sentí buenas vibraciones al entrar en la oficina, los compañeros estaban más distantes de lo habitual, aunque le resté importancia, - "es lunes, que se puede esperar de un lunes sino caras largas" - me dije, pero mi experiencia como eventual en tantas mesas de oficina de tantas otras empresas me puso en guardia.

No podía dejar de mirar el gran reloj de la pared, hubiera jurado que ese día los minutos no eran de sesenta sino de cien segundos.

- Ibáñez, el Señor García desea que acudas a su despacho - cada vez que Rita, la secretaria del director acudía a mi mesa me temía que fuera la última.
- Buenos días Señor García, me mandó llamar.
- Buenos días Señor Ibáñez, - inhaló aire profundamente, como si quisiera llegar hasta la calle con esa única bocanada en sus pulmones, tomándose su tiempo antes de reventar - mire, yo no soy de andar con rodeos, y lo cierto es que las cuentas de estos últimos meses no están saliendo todo lo bien que deseamos; vamos...., que los pedidos han descendido notablemente y me veo en la obligación de hacer un reajuste de personal. Hubiera deseado no tener que llegar a esto, pero me veo en la obligación de comunicarle que no vamos a renovar su contrato. Debimos comunicárselo hace un par de semanas, pero es que Rita...., ya sabe que está pasando por malos momentos. Joder! le doy mi palabra de que en cuanto mejore la situación volveremos a contar con Usted Señor Ibáñez. No sé que más puedo decirle.

Yo tampoco supe qué más decir. En mi fuero interno sabía que ese momento llegaría, llevaba seis meses en la empresa y los dos últimos mi rendimiento había bajado notablemente. A pesar de todo, no esperaba una ruptura tan fulminante.

Sobre las siete y trás despedirme definitivamente de los compañeros de trabajo me personé en el establecimiento del señor Núñez y recogí el tan anhelado paquete.

Conduje hasta nuestro hogar sin prisas, observando las frías torres y los verdes parques de la gran avenida, entré en casa y abrazé a Maite. La puse al corriente de las malas noticias y ella me consoló y animó restándole importancia. Para mi fortuna, con su sueldo podíamos vivir dignamente.

Abrí el paquete y coloqué cuidadosamente su contenido en la pared, en el lugar que tan vacío había quedado desde que por una estupidez, por un descuido tonto hace dos meses golpeé y tiré al suelo; una maravillosa joya regalo de bodas de mi querida madre, con su armoniosa cadencia, la cual daba vida a nuestro hogar.

Nuevamente me pudo el cansancio por tantas noches en vela acumuladas y poco antes de las nueve nos acostamos. El maravilloso reloj comenzó a repicar las nueve campanadas de las que esa noche solamente pude disfrutar seis.

Felices sueños a todos.
 
Última edición:
  • #22
Los amigos del tiempo

En una galaxia muy lejana donde no existí ni el principio ni el fin, haya en el Olimpo donde habitan los Dioses y duendes magos de la nada, nació Cronos Díos del tiempo, nació inmensamente rico y al mismo tiempo inmensamente pobre ya que tan solo disponía de todo el tiempo del mundo y como vestimenta la desnudez de la nada, imaginaros era tan inmensamente rico y tan inmensamente pobre y todo ello a un mismo tiempo, que teniendo todo el tiempo del mundo en sus manos no disponía ni de un triste trozo de pan que llevarse a la boca con el que saciar su hambre, ni un amigo con quien compartir su riqueza ni su pobreza, en su eterna tristeza y soledad busco y busco la forma de compartir y hacer mas llevadera tan pesada carga, por lo que pensó en empezar una búsqueda de otros seres amigos con quien compartir, por mas que busco y busco no los encontró, dándose cuenta que en la galaxia el era el todo y la nada a un mismo tiempo ya que siempre se encontraba con la inmensidad del tiempo y la inmensidad de la nada, que podía hacer ante tal adversidad sino sumergirse en su soledad, ante tal panorama quédese pensativo durante una eternidad en busca de alguna solución al problema que tanto le atormentaba constantemente, hasta que un día algo le hizo despertar mas temprano de lo habitual, despertó con una gran sonrisa de oreja a oreja, había descubierto en su sueño algo que siempre había estado allí pero que desconocía de su existencia, que podría ser que no fuera el tiempo o la nada, que había descubierto en una galaxia donde el todo era nada, pues descubrió aquello que no tiene barreras y que rodea al mundo, que no es otra cosa que la imaginación, a partir de entonces empezó a jugar con la imaginación creando mil y una criaturas creo cosas y enseres que se le pasaban por su cabeza pero ninguna de sus creaciones le convencía ya que ninguna de ellas le hacia sonreír ni le aligeraba su pesada carga, un día imagino un bello amanecer y una mas bella a un puesta del sol, imaginando el día y la noche el cielo y las estrellas quedase dormido, absorto en aquel espectáculo creo unos nuevos amigos que no fueron otros que las centésimas, las décimas de segundo los segundos, minutos, horas, meses, años, siglos hasta llegar a la eternidad, ya con sus nuevos amigos empezó ha jugar y ha jugar,pensó que aquellos amigos necesitaban un cobijo donde guarecerse y les imagino casitas para ellos, las décimas, centésimas de segundos, segundos, minutos y horas las cobijo en un circulo el que introdujo en cajitas de todo tipo y tamaño a las que llamo Reloj y a los días meses años y siglos les dio un cobijo diferente, en rectángulos cuadrados en fin en diferentes formas inimaginables y les llamo calendarios, una vez creados sus nuevos amigos y pasado un tiempo se reunió con ellos preguntándoles como estáis queridos compañeros que tal vuestros juegos de controlar el tiempo midiendo la eternidad, pregunto al reloj y al calendario, el reloj y el calendario le contestaron con un gruñido entre los dientes

-Que quieres que te diga, te parece bien tenerme girando y girando en un circulo durante 24 horas al día 365 días al año y un día extra cada cuatro años a cambio tan solo del alimento, replico el reloj al tiempo que soltaba un gruñido grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

- pues anda que yo estoy que muerdo, cada mes arrancan un pedazo de mi cuerpo y sin anestesia y antes de nacer me gravan a fuego en mi cuerpo la fecha de mi muerte grrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

-Mmmmmmmmmmmmmmmm, susurro el tiempo dejando escapar una cruel sonrisa jejeje, tras oír la quejas de sus amigos imaginarios.

- Y porque mostraba tal alegría el tiempo después de oír el descontento de sus amigos, pues se sentía satisfecho ya que había conseguido gracias a su imaginación su objetivo, que no era otro que compartir tan pesada carga la que representa tener todo el tiempo del mundo y no tener nada que hacer.
 
  • #23
Mi reloj más querido

Es curioso como pasa el tiempo casi sin que lo percibamos, hace ya trece años mi padre, mi mejor amigo a mis 28 años por aquel entonces, ya superadas todas las tonterías de la adolescencia, pasamos el mejor verano de nuestra vida en la casita que tenemos en Galicia, cerca de Ribadeo.

Fue en verano limpio y brillante en todos los sentidos, con muchos días de sol, cosa muy rara como bien sabéis por esos lares y que mis padres y yo disfrutamos maravillosamente en la intimidad de una casa que está literalmente enclavada en un enorme bosque, con vistas a la ría y al fondo el Mar Cantábrico.

Días de playa apacibles, por aquel entonces la playa de Benquerencia que tiene unos seis kilómetros, tenia aproximadamente un promedio de unas ochenta o cien personas al día, imaginaros la apacible soledad que da eso.

Por las tardes, después de la preceptiva siesta, dábamos un paseo por el bosque mientras mi padre y yo charlábamos de filosofía, Derecho, Mozart ( su preferido) y demás cosas que iban entrando y saliendo de la conversación con fluidez, era una gozada, tardé tiempo, mucho tiempo en empezar a entender a mi padre y ese verano fue pleno y único.

Al volver de las vacaciones en Septiembre un cáncer de páncreas fulminante se lo llevo en un mes, después de varios días de hospital en coma, yo presentí cual iba a ser la ultima noche y pedí quedarme yo solo con el esa noche, mi madre me relevaría a las 8 de la mañana.

Serian las cuatro de la madrugada, cuando sentí que su pulso se iba debilitando, lo se porque tenia cogida su mano y percibí perfectamente la lentitud del pulso, hasta que finalmente se detuvo.

Llame al medico de guardia que certifico la muerte y todas esas cosa siniestras que hay que hacer…

Mi madre llego a los 15 minutos y muy seria, le quito suavemente el reloj de la muñeca que se negó a quitarse en el hospital y lo puso en la mía.

Así paso a ser el reloj más especial que haya tenido jamás, llevarlo es siempre un placer a veces casi insensible, cosa paradójica pero cierta.

Quizás pequemos de animismo con nuestros relojes, otorgándoles una "vida" que científicamente no tienen, pero no todo es mensurable por la ciencia y el afecto entre padre e hijo es un sentimiento que va más allá del tiempo y del espacio.
 
  • #24
Las Aventuras Del Ilustre Apasionado Don Augusto Rueda.

Cuando lo vieron por primera vez bailando la conga con los cuartos del carillón que el abuelo había comprado en el mercadillo de los jueves, sus padres, pensaron que sería bailarín de salsa. Pero nada más lejos de la realidad, a Adolfito Rueda lo que le apasionaban eran las manillas, los diales, las coronas y las áncoras. Y así, le tocó en suerte crecer entre broncas de su padre por gastarse la asignación mensual en relojes y oraciones de su madre pidiéndole a San Judas Tadeo poder llegar a fin de mes sin pedirle un préstamo a Cofidis. Y es que hasta cuando con veintidós años conoció a Angelita de Pilares, se pasó tres horas contándole las ventajas del áncora de rubíes para conquistarla. Pero no fue el áncora lo que hizo sucumbir a Angelita, sino la regla de cálculo, ya que entre ruedecita para un lado y ruedecita para el otro, cogió una trompa como si se hubiera tomado ocho cubatas, y cuando se le pasó el mareo se encontró con el anillo de compromiso en el dedo y la fecha de la boda en la agenda.
El primer problema serio vino la noche de bodas cuando Angelita amenazó a Adolfo con denunciarlo a la Asociación de Mujeres Maltratadas si volvía a acostarse con el Panerai 1950. Otro día preguntó: “Adolfito, ¿qué hora es?”, y éste cogió el horas del mundo que le había regalado su suegra el día de la pedida y le dejo: “Las dos en Singapur, las once y cuarto en Hong-Kong, las nueve y veinte en Berlín...” y Angelita que lo único que quería saber era a qué hora quitar el potaje para que no se le deshiciera la morcilla que su madre le traía de Aroche, le contestó: “Y dentro de la olla... ¿qué hora es ahí, corazón mío?” y pensaba, “a ver si tenemos ya un hijo y despabila...” Así, Horacito Rueda de Pilares no tardó en llegar, y Adolfo lejos de mejorar, pensó que para ir en el carrito, su hijo necesitaba un reloj de piloto, así que le compró un Zeno Aviador de 55 mm. Tras varias protestas por parte de Angelita que decía que el niño parecía Hector defendiendo las murallas de Troya , Adolfo desistió de ponerle el reloj en la muñeca y prefirió sujetárselo a la cintura estilo cinturón de Rocky. Así cuando lo sacaba a pasear decía: “¿Y mi niñoooo...? ¿Ya me dice la horitaaaa...? y ¿Qué horita es...? Ajo, ajo...” Pero para desgracia de su padre, el niño, lo primero que dijo fue “mamá” en lugar de “las doce y veinte de la tarde”, y el pobre de Adolfo cogió una depresión de camello y si no llega a ser porque su mujer lo convence, pide la solicitud de entrada en la hermandad de los Carmelitas Descalzos.
Para el bautizo, Adolfo diseñó unas orejeras con puente y leva tipo Panerai para que su hijo saliera airoso del trance. Lo malo fue cuando el cura le dijo que no bautizaba al niño con el cacharro aquel en la cabeza. La cosa acabó en bronca y a Adolfo, lo tuvieron que sacar de la Iglesia diciendo: “Por lo menos que venga Vicente y le haga la prueba de estaqueidaaaaaaaaa...”
Vicente, era el relojero del barrio, un hombre que estaba pensando en cerrar el negocio y montar una verdulería un mes antes de la llegada de Adolfo, y un mes después ya se había comprado dos apartamentos en la playa y tenía un yate aparcado en Puerto Marina. Claro que su nueva fortuna tenía su precio. Todos los días tenía que aguantar a Adolfo, que si este reloj adelanta 1,26859 segundos al mes, que si aquel atrasa seis segundos con la corona para abajo, dieciocho con la corona para arriba, cinco si se lo amarraba a la cabeza y catorce si mientras lo llevaba puesto le daba vueltas al brazo en plan molinillo.
Pero desde hace unos meses Angelita me ha dicho que su marido se ha hecho “Florero de los Relojes Esenciales” (o algo así), y que desde entonces la ha dejado más tranquila. Así que poco le ha importado que un día en la fuente del patio, en lugar del niño orinando hubiera un busto de un tío con cara de oriental y un letrero que ponía “POKEMONYU”, o que se pusiera delante del ordenador catorce horas al día, o que de vez en cuando murmurara: “Diecinueve mil trescientos catorce mensajes en un mes, dieciocho compras conjuntas, apuntado para la reedición del RE-1, el RE-2 y el RE-3, dentro de nada me hacen moderador, si eso, eso, moderador, moderador, moderador...”
 
  • #25
Titulo
Mi tiempo
Mi historia en aquella casa cupo en dos bolsas grandes de basura, ahí entraron mi vida, mis pertenencias y los recuerdos, que quedaron sellados como un cadáver anónimo camino del depósito.
Debía de tomar un nuevo rumbo, bifurcar en mi existencia, disfrutar de horas y días diferentes en otros lugares, no es el hombre la medida de todas las cosas, sino el tiempo, ese peregrino que nunca se detiene, el que nos hace y al final nos enrasa. Sentir su latido y sobretodo medirlo, es una constante y una posibilidad únicamente humana , todas las culturas y civilizaciones lo han hecho y han dependido de el para casi todas las facetas de su vida, guerra, religión, economía, amor, todo regido por él y somos nosotros los que le damos la mas hermosa apariencia y riqueza, tanto en su cuerpo como en su corazón. Lo embellecemos.
Mis relojes son la prolongación de mi tiempo, impasibles hasta que los toqué por primera vez, a partir de ahí, de ese primer contacto, ya mi piel adquirió parte del espíritu del maestro relojero que los hizo y de su satisfacción por la obra bien hecha, de alguna manera nos había hermanado. Todos y cada uno de ellos tienen un palpito especial, son como nosotros, ningún hermano es igual a otro aunque hayan mamado la misma leche materna, cada uno es como es, virtudes y defectos incluidos.
El “ tourbillón” , elegante y elevado, como el Partenón en la Acrópolis, observar el movimiento del mecanismo resulta casi hipnótico, es ver como gira el tiempo en un minuto; un regulador, con sus dos anillos interiores enfrentados, que parece lleven caminos diferentes, aunque los dos van cogidos de la mano del segundero; el deportivo, con su esfera azul y las líneas de las olas grabadas , quizá como un acicate para continuar con ese espíritu de búsqueda que siempre hemos tenido, pero ahora ya un poco adormecido. El mas misterioso, un “ tonneau”, siempre me ha parecido que ese reloj era la representación de algo imposible, colocar en un espacio rectangular el ciclo alquímico de la vida, la cuadratura del circulo.
Ahora mismo llevo puesto un “ Big date” con doble uso horario y doble fecha. Fue un regalo especial. Mandé inutilizar uno de los usos, fecha incluida cuando tuve que marchar, así, cada vez que lo miro, se cuanto tiempo hace que salí y deseo que el tiempo transcurra lentamente, así seré mas tiempo libre .
 
Estado
Hilo cerrado
Atrás
Arriba Pie