ESCAPEDUPLEX
Novat@
Sin verificar
Era muy pequeño ya había sido la visión imperturbable de mis juegos en los días de lluvia. Desde el corredor veíamos caer mis hermanos y yo los chuzos de punta en los inviernos manchegos y en aquel refugio machacábamos cada centímetro de aquella galería; las baldosas, los rodapiés y el enlucido de sus paredes. Gracias a la falta de altura no podíamos tocar el reloj. No en vano así dábamos un motivo a las mujeres de la familia –uno mas- para hacer aquellos zafarranchos de limpieza anuales.
En ellos el reloj del corredor no se libraba de su correspondiente capa de barniz sintético “Titanlúx” que le daba un lustre reluciente a pesar de que nadie recordaba haberlo visto funcionar, eso si engordaba gracias a aquel revoco anual varios milímetros.
Cuando mis abuelos vendieron la casona (mi abuela dijo: “Jamás hube visto hasta ahora un Millón junto) el reloj paso a una alcoba en otra casa de mis abuelos donde las tardes de canícula veraniega y por orden de mi madre los niños hacíamos la siesta hasta la media tarde…
En aquellas tardes de siesta impuesta mi abuelo venia a dormirme y gustaba de contarme sus aventuras de sus días de cocinero en la capital, la devoción que le tenía a la Reina Dª María Cristina y lo que lloró en su entierro, con lo que me quedaba roque total.
Un dia, para variar la tematica de la charla este niño curioso y preguntón que os escribe le preguntó: ¿Abuelo, por qué no funciona el reloj? Los ojos de mi abuelo se iluminaron y empezó a contarme esta historia:
…“En la guerra civil tu abuelo fue el único panadero que quedo en el pueblo. Como este era próximo a la línea del frente de tantos en tantos días iba cambiando de manos haciendo cada bando barbaridades y venganzas con los civiles que quedaban allí. Sin embargo ambos contendientes respetaron la panadería y a mi persona.
Cada vez que llegaban los “Nacionales” venían a la tahona y el oficial que mandaba el pelotón ordenaba con voz tonante “¡¡ Eugenio. Cuece pan para la tropa !!” “¿Con que harina mi capitán no hay suficiente?” respondía yo con el miedo en la cara . El capitán mandaba hacer una requisa por los molinos y quinterias de los alrededores y unas horas después estábamos cociendo pan para la tropa y para el resto de pueblo. En unos días el mismo escenario pero distintos personajes: El comisario de la milicia republicana acudía a la panadería y gritaba “ ¡¡ Eugenio,, haz pan para la milicia del pueblo y Uhachepe (U-H-P) !! ” . “No hay harina camarada” respondía mi abuelo. Entonces se repetía la operación pero esta vez con color rojo… Una requisa y ya había pan para la milicia y para los habitantes del pueblo. Con estas y otras muchas más circunstancias pudimos cocer pan casi todos los días en aquella casona grande del horno.
Una noche estábamos cociendo y había una gran tormenta, oímos unos golpes ahogados por la lluvia y las maquinas en la portada posterior de la tahona, la que daba a la carretera general. Al abrir un señor con sombrero y empapado hasta las rodillas de agua me pedía por favor pasar la noche allí con su familia porque la lluvia no les dejaba circular por la carretera en la astrosa furgoneta que los llevaba. Estaban huyendo de Murcia a Madrid. No me lo pensé y los hice pasar a todos al almacén de harina que ya sabes que estaba cerca del patio, a la entrada . Eran cuatro personas: el hombre, una mujer y dos niños pequeños y en pocos minutos estaban acomodados encima de las sacas de harina con unas mantas que tu abuela les sacó. Les lleve una hogaza de a kilo de pan sobao y el hombre insistió en pagarme pero no le cogí el dinero. Al amanecer se marcharon sin ruido y en el almacén de harina quedo el reloj encima de un saco.
No funcionaba, lo he mantenido así hasta hoy y así seguirá”
Hasta aquí la historia de mi abuelo y el reloj.
Cuando mi abuelo muere, mi abuela y mi tía venden también esta casa enorme y se trasladan a un piso mas comodo y moderno. Ya metido en la “fiebre relojera” le pedí el reloj a mi abuela y me lo dio, con lo que me puse manos a la obra para volver a resucitarlo.
Conocía la tienda y el taller de Javier Campo de pasar delante de ella con el coche casi a diario y una tarde, con el reloj bajo el brazo traspase el umbral. Al hacerlo no solo pude tener por primera vez una visión de un profesional, de un autentico artesano mecánico. Tuve el privilegio de conocer a una de las mejores personas que habitan este mundo y a un relojero excepcional con un conocimiento fuera de lo común en este sector de las maquinarias históricas , materiales y maneras de dar vida de nuevo a obras de arte en movimiento e incluso devolverlas a su antiguo esplendor.
Le presente mi reloj, lo observó, abrió la caja y sacó el movimiento…
“ Uhhmm… Tienes un buen “pepino”. Francés , París, sonería de horas y medias por contadera, dos trenes… en fin .Yo lo reparo y tú te curras la caja… “ Vaya… ni siquiera presupuesto, no me importo. Me llevé la caja …
Desmonté la caja pieza a pieza, el cristal es finísimo. Resulto que todas las piezas eran de haya y tuve que sustituir un travesaño de un lateral por otro totalmente nuevo. Además de hacer dos de los remates de la cimera que encargue a un tornero que copiara de uno de los sanos.
De esta manera, llevé la caja a mi nuevo amigo y el reloj quedo montado y funcionando en el salón de mi nuevo piso .
En una visita que hizo mi madre, con mi abuela al verlo funcionando se echaron a llorar.
Pero lo extraordinario es lo que ocurrió cuando lo vio mi flamante nueva suegra: Se quedo petrificada mientras al admirarlo le contaba la historia que os he referido antes.
Cuando la sacamos de su estupor nos conto como su difunto marido y sus padres huyeron de Murcia hacia Madrid , como pasaron la noche en una tahona castellana en medio de una horrible tormenta y el reloj que dejaron en pago al panadero.
Manuel
Adjunto fotos del reloj. Tal y como luce actualmente en la pared del recibidor de mi piso.
http://imageshack.us/photo/my-images/339/vistafrontaly.jpg/
https://imageshack.com/i/msvistalateral1j
https://imageshack.com/i/ndvistalateral2j
En ellos el reloj del corredor no se libraba de su correspondiente capa de barniz sintético “Titanlúx” que le daba un lustre reluciente a pesar de que nadie recordaba haberlo visto funcionar, eso si engordaba gracias a aquel revoco anual varios milímetros.
Cuando mis abuelos vendieron la casona (mi abuela dijo: “Jamás hube visto hasta ahora un Millón junto) el reloj paso a una alcoba en otra casa de mis abuelos donde las tardes de canícula veraniega y por orden de mi madre los niños hacíamos la siesta hasta la media tarde…
En aquellas tardes de siesta impuesta mi abuelo venia a dormirme y gustaba de contarme sus aventuras de sus días de cocinero en la capital, la devoción que le tenía a la Reina Dª María Cristina y lo que lloró en su entierro, con lo que me quedaba roque total.
Un dia, para variar la tematica de la charla este niño curioso y preguntón que os escribe le preguntó: ¿Abuelo, por qué no funciona el reloj? Los ojos de mi abuelo se iluminaron y empezó a contarme esta historia:
…“En la guerra civil tu abuelo fue el único panadero que quedo en el pueblo. Como este era próximo a la línea del frente de tantos en tantos días iba cambiando de manos haciendo cada bando barbaridades y venganzas con los civiles que quedaban allí. Sin embargo ambos contendientes respetaron la panadería y a mi persona.
Cada vez que llegaban los “Nacionales” venían a la tahona y el oficial que mandaba el pelotón ordenaba con voz tonante “¡¡ Eugenio. Cuece pan para la tropa !!” “¿Con que harina mi capitán no hay suficiente?” respondía yo con el miedo en la cara . El capitán mandaba hacer una requisa por los molinos y quinterias de los alrededores y unas horas después estábamos cociendo pan para la tropa y para el resto de pueblo. En unos días el mismo escenario pero distintos personajes: El comisario de la milicia republicana acudía a la panadería y gritaba “ ¡¡ Eugenio,, haz pan para la milicia del pueblo y Uhachepe (U-H-P) !! ” . “No hay harina camarada” respondía mi abuelo. Entonces se repetía la operación pero esta vez con color rojo… Una requisa y ya había pan para la milicia y para los habitantes del pueblo. Con estas y otras muchas más circunstancias pudimos cocer pan casi todos los días en aquella casona grande del horno.
Una noche estábamos cociendo y había una gran tormenta, oímos unos golpes ahogados por la lluvia y las maquinas en la portada posterior de la tahona, la que daba a la carretera general. Al abrir un señor con sombrero y empapado hasta las rodillas de agua me pedía por favor pasar la noche allí con su familia porque la lluvia no les dejaba circular por la carretera en la astrosa furgoneta que los llevaba. Estaban huyendo de Murcia a Madrid. No me lo pensé y los hice pasar a todos al almacén de harina que ya sabes que estaba cerca del patio, a la entrada . Eran cuatro personas: el hombre, una mujer y dos niños pequeños y en pocos minutos estaban acomodados encima de las sacas de harina con unas mantas que tu abuela les sacó. Les lleve una hogaza de a kilo de pan sobao y el hombre insistió en pagarme pero no le cogí el dinero. Al amanecer se marcharon sin ruido y en el almacén de harina quedo el reloj encima de un saco.
No funcionaba, lo he mantenido así hasta hoy y así seguirá”
Hasta aquí la historia de mi abuelo y el reloj.
Cuando mi abuelo muere, mi abuela y mi tía venden también esta casa enorme y se trasladan a un piso mas comodo y moderno. Ya metido en la “fiebre relojera” le pedí el reloj a mi abuela y me lo dio, con lo que me puse manos a la obra para volver a resucitarlo.
Conocía la tienda y el taller de Javier Campo de pasar delante de ella con el coche casi a diario y una tarde, con el reloj bajo el brazo traspase el umbral. Al hacerlo no solo pude tener por primera vez una visión de un profesional, de un autentico artesano mecánico. Tuve el privilegio de conocer a una de las mejores personas que habitan este mundo y a un relojero excepcional con un conocimiento fuera de lo común en este sector de las maquinarias históricas , materiales y maneras de dar vida de nuevo a obras de arte en movimiento e incluso devolverlas a su antiguo esplendor.
Le presente mi reloj, lo observó, abrió la caja y sacó el movimiento…
“ Uhhmm… Tienes un buen “pepino”. Francés , París, sonería de horas y medias por contadera, dos trenes… en fin .Yo lo reparo y tú te curras la caja… “ Vaya… ni siquiera presupuesto, no me importo. Me llevé la caja …
Desmonté la caja pieza a pieza, el cristal es finísimo. Resulto que todas las piezas eran de haya y tuve que sustituir un travesaño de un lateral por otro totalmente nuevo. Además de hacer dos de los remates de la cimera que encargue a un tornero que copiara de uno de los sanos.
De esta manera, llevé la caja a mi nuevo amigo y el reloj quedo montado y funcionando en el salón de mi nuevo piso .
En una visita que hizo mi madre, con mi abuela al verlo funcionando se echaron a llorar.
Pero lo extraordinario es lo que ocurrió cuando lo vio mi flamante nueva suegra: Se quedo petrificada mientras al admirarlo le contaba la historia que os he referido antes.
Cuando la sacamos de su estupor nos conto como su difunto marido y sus padres huyeron de Murcia hacia Madrid , como pasaron la noche en una tahona castellana en medio de una horrible tormenta y el reloj que dejaron en pago al panadero.
Manuel
Adjunto fotos del reloj. Tal y como luce actualmente en la pared del recibidor de mi piso.
http://imageshack.us/photo/my-images/339/vistafrontaly.jpg/
https://imageshack.com/i/msvistalateral1j
https://imageshack.com/i/ndvistalateral2j