Osinar
Forer@ Senior
Sin verificar
Teníais razón. Como dijo aquel, se empieza asesinando a la gente y se acaba llegando tarde a misa. En la papelería de enfrente. En busca de un recambio para mi agenda, que por cierto ya no fabrica el felón del fabricante, malhaya, diecisiete años con mi agenda y el loewero ese ya no edita recambio anual...
Naturalmente, nada se adapta, me rindo. Y ya que estoy pilló un par de blocs de esos que tienen las páginas amarillas para la oficina. Y entre que pago y no... coño, las Lamys. Decenas de Lamys. Una es exhibicionista. Me mira. La miro. Y claro, por esos precios cualquiera se resiste. A casa. Tan insustancial como placentera. Un gustito usarla. Ahí os la he retratado como si por rayos equis.
La regenta de la papelería aseguró que Lamy no tiene convertidores. Vale, listísima, anda que... Pero da igual. Ya discuto poquísimo. Y entre eso y que me tenéis intrigado con T&T y que andaba luego cerca... allá que he ido.
Y claro que Lamy tiene convertidores. Hasta dos. Y ya de paso, oye, Teo ¿tu crees que a esta pequeña Franklin Covey se le podría poner también el émbolo y pasar del dichoso cartucho?. Seguro que le casa el de Waterman, que vale para rotos y descosidos. Y le vale. Guay.
Oye, Teo, ya que estamos, dame alguna tinta. Pues esa Wateerman azul normal y estas dos Parker, una azul muy negro y la otra azul propiamente dicho. Vale.
Y por cierto, Teo, he de regalar seis plumas igualitas con una pequeñísima inscripción a unos amigos o clientes o socios; o como dicen los modennnnnos, a unos partners. Que qué hago, que tampoco merece la pena gastarse una pasta. Pues estas Waterman, de treintaypocos. Sí, son elegantes. Mira, te hago prueba de inscripción de la palabrita esa y me dices si te gusta. Un ratito. Prefiero más pequeña. Otro ratito. Así, perfecto.
Te las dejo pagadas, que no nos conocemos, y cuando las tengas me das un toque. No, hombre, ya me las pagarás cuando te las dé. Teo, en serio, que no me importa dejártelo ahora, que soy de la antigua usanza. Mira, llévatelo todo y me lo pagas cuando vengas a por las Waterman. De ninguna manera. Como mínimo te pagó esto que me llevo ahora y te dejo una señal. Que no, que no hace falta. Consigo pagarle al menos los convertidores y los tinteros.
Es es un debate inverso. Cada uno defiende la seguridad del otro, y no la propia. No es paradójico, sino sencillamente inusual. Cada muuuuucho tiempo me topo con un debate inverso, y creedme que me entusiasma. Porque trasluce -exhibe- una visión de la vida diferente. Yo doy, tu das. Pero yo doy antes de saber si tu vas a dar. El resultado ameniza el alma.
Gente de bien.
Naturalmente, nada se adapta, me rindo. Y ya que estoy pilló un par de blocs de esos que tienen las páginas amarillas para la oficina. Y entre que pago y no... coño, las Lamys. Decenas de Lamys. Una es exhibicionista. Me mira. La miro. Y claro, por esos precios cualquiera se resiste. A casa. Tan insustancial como placentera. Un gustito usarla. Ahí os la he retratado como si por rayos equis.
La regenta de la papelería aseguró que Lamy no tiene convertidores. Vale, listísima, anda que... Pero da igual. Ya discuto poquísimo. Y entre eso y que me tenéis intrigado con T&T y que andaba luego cerca... allá que he ido.
Y claro que Lamy tiene convertidores. Hasta dos. Y ya de paso, oye, Teo ¿tu crees que a esta pequeña Franklin Covey se le podría poner también el émbolo y pasar del dichoso cartucho?. Seguro que le casa el de Waterman, que vale para rotos y descosidos. Y le vale. Guay.
Oye, Teo, ya que estamos, dame alguna tinta. Pues esa Wateerman azul normal y estas dos Parker, una azul muy negro y la otra azul propiamente dicho. Vale.
Y por cierto, Teo, he de regalar seis plumas igualitas con una pequeñísima inscripción a unos amigos o clientes o socios; o como dicen los modennnnnos, a unos partners. Que qué hago, que tampoco merece la pena gastarse una pasta. Pues estas Waterman, de treintaypocos. Sí, son elegantes. Mira, te hago prueba de inscripción de la palabrita esa y me dices si te gusta. Un ratito. Prefiero más pequeña. Otro ratito. Así, perfecto.
Te las dejo pagadas, que no nos conocemos, y cuando las tengas me das un toque. No, hombre, ya me las pagarás cuando te las dé. Teo, en serio, que no me importa dejártelo ahora, que soy de la antigua usanza. Mira, llévatelo todo y me lo pagas cuando vengas a por las Waterman. De ninguna manera. Como mínimo te pagó esto que me llevo ahora y te dejo una señal. Que no, que no hace falta. Consigo pagarle al menos los convertidores y los tinteros.
Es es un debate inverso. Cada uno defiende la seguridad del otro, y no la propia. No es paradójico, sino sencillamente inusual. Cada muuuuucho tiempo me topo con un debate inverso, y creedme que me entusiasma. Porque trasluce -exhibe- una visión de la vida diferente. Yo doy, tu das. Pero yo doy antes de saber si tu vas a dar. El resultado ameniza el alma.
Gente de bien.