S
Salvador303
Forer@ Senior
Sin verificar
Queridos colegas, hace unos meses, Kalamophilos me pedia que le dijera algo de cómo había conseguido una Montblanc Safety Marble numero 1; no le respondí en aquel momento, os dejo hoy la historia de esta pluma. Espero que os guste. Tomadlo en tono de humor.
Tener la suerte de ser un “descubridor” no es fácil, casi no quedan rincones por escudriñar, menos en esta afición de las estilográficas. Más aún, yo diría que desde que tenemos Ebay el encuentro de reliquias se ha vulgarizado. Cualquiera de nosotros puede localizar, incluso comprar, una de ellas con sólo escribir su nombre en el buscador. ¡¡la imagen romántica del arqueólogo ha quedado reducida a la pantalla del ordenador!!.
Sin embargo, yo tuve la oportunidad de vivir esa experiencia única. Por deformación profesional siempre he soñado con “tesoros ocultos”; la suerte me permitió soñar despierto. Hace más de 20 años, en una vieja casa de campo de mi familia, me tropecé con un escritorio preñado de pequeñas cosas perdidas en el tiempo, desde monedas a botones y abalorios varios, pasando por todo tipo de cachivaches. Entre ellos allí estaban ¡¡cuatro plumas!!.
Por mi edad la pluma casi no forma parte de mis recuerdos, el bolígrafo, y la falta de sensibilidad de nuestro sistema educativo, las habían condenado al olvido. Sin embargo, no me eran en absoluto ajenas, sus figuras las reconocí rápidamente, unas más pronto que otras.
¿Quiénes eran?, ¿De donde venían?, ¿Qué historias habían protagonizado?
Dado el lugar en el que estaban y los objetos que las acompañaban no era difícil saber que pertenecían a otros tiempos, a otra sociedad más convulsa que, a los pocos años, pariría un drama. En principio el hilo conductor parecía claro, pero mi ignorancia al respecto no me permitía hallar la secuencia.
El palillero estaba claro que era el inicio. Hecho de hueso, unas notas casi imperceptibles de color, les daban sencillez y elegancia. Su plumín oxidado me hablaba de muchos años de olvido.
La Parkette era igualmente familiar, su sistema de palanca me trasportaba a los tiempos de mi niñez; sin embargo sus colores brillantes, el material del que estaba hecha, y la leyenda impresa en su cuerpo no me eran familiares. No sabía nada sobre ella, pero no había duda de que era una pluma bonita. La trastee, la miré por arriba y por abajo, observe su plumín. Todo parecía estar en orden. Mi pecho se aceleró. No era el descubrimiento de la tumba de Tutankamon, pero a mi me ponía aquel atillo de plumas.
La tercera era una incógnita total. La leyenda de su cuerpo, no me decía nada y, cuando le quité el capuchón…¡¡sorpresa!! No había nada, sólo ausencia. ¿Qué era aquello?, ¿Por donde escribía?, ¿Por donde se cargaba?, ¿Qué era aquella especie de fino alambre que salía por su punta? En su cuerpo se podía leer: “Mabie todd num 20 gynet stylo”. Para mi, prácticamente ajeno al mundo de la estilográfica, era como no decir nada.
La cuarta aceleró aún más mi pulso. Allí, sentado ante el viejo y polvoriento escritorio, entre un montón de chismes, tenía una Montblanc. Sabía que era una de ellas, la estrella de su capuchón no daba lugar a dudas. Es verdad que era una estrella rara, de un color poco usual, pero no dejaba de hablar de Montblanc. Mi curiosidad se disparaba. Dada la idealización que yo tenía de aquella marca, el hallazgo de aquel objeto tan delicado, tan bello, tan sutil, disparaba mis ensoñaciones. Logré quitarle el capuchón, pero…allí tampoco había nada, ni siquiera la punta de fino alambre dela MabieTodd.¿Qué era aquello? Tras muchas vueltas, después de descifrar las leyendas de su cuerpo y de su “culotte”, descubrí que este giraba y que, al hacerlo, salía, como por encanto, una nueva pieza sobre la que debía de estar, en su momento, el plumín. Era un ejemplar precioso, intacto, en plenitud de su color, sin daño alguno. Sin lugar a dudas había sido abandonada tras la pérdida del plumín.
En años sucesivos mi curiosidad por aquellos objetos experimentos altibajos. Unas veces pensaba en repararlas, otras veces las dejaba dormir. Finalmente, hace unos años, decidí ponerlas al día. Julia Gusano, de Madrid, dió un magnífico plumín ala Montblanc; las demás no tenían grandes problemas, sólo era cuestión de limpiarlas, de ponerles un nuevo saco y…en marcha.
A partir de aquí parece que hubiese caído sobre mí la maldición de Tutankamon. Mi afición por las plumas creció, a veces creo que de forma desmesurada. Hoy tengo una pequeña colección de estos instrumentos. De todos modos el sentido común me dice que debo moderar el ímpetu.
En conclusión, creo que es una bonita historia que quiero compartir con compañeros como vosotros, que estaís aquejados de la misma enfermedad. Os dejo unas fotografías de las responsables, creo que os gustarán
Gracias por vuestra atención
¡¡Felices Fiestas!!
Salvador
PD. Este relato lo he compartido con compañero del Foro de la Estilográfica. Espero que no os moleste
Tener la suerte de ser un “descubridor” no es fácil, casi no quedan rincones por escudriñar, menos en esta afición de las estilográficas. Más aún, yo diría que desde que tenemos Ebay el encuentro de reliquias se ha vulgarizado. Cualquiera de nosotros puede localizar, incluso comprar, una de ellas con sólo escribir su nombre en el buscador. ¡¡la imagen romántica del arqueólogo ha quedado reducida a la pantalla del ordenador!!.
Sin embargo, yo tuve la oportunidad de vivir esa experiencia única. Por deformación profesional siempre he soñado con “tesoros ocultos”; la suerte me permitió soñar despierto. Hace más de 20 años, en una vieja casa de campo de mi familia, me tropecé con un escritorio preñado de pequeñas cosas perdidas en el tiempo, desde monedas a botones y abalorios varios, pasando por todo tipo de cachivaches. Entre ellos allí estaban ¡¡cuatro plumas!!.
Por mi edad la pluma casi no forma parte de mis recuerdos, el bolígrafo, y la falta de sensibilidad de nuestro sistema educativo, las habían condenado al olvido. Sin embargo, no me eran en absoluto ajenas, sus figuras las reconocí rápidamente, unas más pronto que otras.
¿Quiénes eran?, ¿De donde venían?, ¿Qué historias habían protagonizado?
Dado el lugar en el que estaban y los objetos que las acompañaban no era difícil saber que pertenecían a otros tiempos, a otra sociedad más convulsa que, a los pocos años, pariría un drama. En principio el hilo conductor parecía claro, pero mi ignorancia al respecto no me permitía hallar la secuencia.
El palillero estaba claro que era el inicio. Hecho de hueso, unas notas casi imperceptibles de color, les daban sencillez y elegancia. Su plumín oxidado me hablaba de muchos años de olvido.
La Parkette era igualmente familiar, su sistema de palanca me trasportaba a los tiempos de mi niñez; sin embargo sus colores brillantes, el material del que estaba hecha, y la leyenda impresa en su cuerpo no me eran familiares. No sabía nada sobre ella, pero no había duda de que era una pluma bonita. La trastee, la miré por arriba y por abajo, observe su plumín. Todo parecía estar en orden. Mi pecho se aceleró. No era el descubrimiento de la tumba de Tutankamon, pero a mi me ponía aquel atillo de plumas.
La tercera era una incógnita total. La leyenda de su cuerpo, no me decía nada y, cuando le quité el capuchón…¡¡sorpresa!! No había nada, sólo ausencia. ¿Qué era aquello?, ¿Por donde escribía?, ¿Por donde se cargaba?, ¿Qué era aquella especie de fino alambre que salía por su punta? En su cuerpo se podía leer: “Mabie todd num 20 gynet stylo”. Para mi, prácticamente ajeno al mundo de la estilográfica, era como no decir nada.
La cuarta aceleró aún más mi pulso. Allí, sentado ante el viejo y polvoriento escritorio, entre un montón de chismes, tenía una Montblanc. Sabía que era una de ellas, la estrella de su capuchón no daba lugar a dudas. Es verdad que era una estrella rara, de un color poco usual, pero no dejaba de hablar de Montblanc. Mi curiosidad se disparaba. Dada la idealización que yo tenía de aquella marca, el hallazgo de aquel objeto tan delicado, tan bello, tan sutil, disparaba mis ensoñaciones. Logré quitarle el capuchón, pero…allí tampoco había nada, ni siquiera la punta de fino alambre dela MabieTodd.¿Qué era aquello? Tras muchas vueltas, después de descifrar las leyendas de su cuerpo y de su “culotte”, descubrí que este giraba y que, al hacerlo, salía, como por encanto, una nueva pieza sobre la que debía de estar, en su momento, el plumín. Era un ejemplar precioso, intacto, en plenitud de su color, sin daño alguno. Sin lugar a dudas había sido abandonada tras la pérdida del plumín.
En años sucesivos mi curiosidad por aquellos objetos experimentos altibajos. Unas veces pensaba en repararlas, otras veces las dejaba dormir. Finalmente, hace unos años, decidí ponerlas al día. Julia Gusano, de Madrid, dió un magnífico plumín ala Montblanc; las demás no tenían grandes problemas, sólo era cuestión de limpiarlas, de ponerles un nuevo saco y…en marcha.
A partir de aquí parece que hubiese caído sobre mí la maldición de Tutankamon. Mi afición por las plumas creció, a veces creo que de forma desmesurada. Hoy tengo una pequeña colección de estos instrumentos. De todos modos el sentido común me dice que debo moderar el ímpetu.
En conclusión, creo que es una bonita historia que quiero compartir con compañeros como vosotros, que estaís aquejados de la misma enfermedad. Os dejo unas fotografías de las responsables, creo que os gustarán
Gracias por vuestra atención
¡¡Felices Fiestas!!
Salvador
PD. Este relato lo he compartido con compañero del Foro de la Estilográfica. Espero que no os moleste