[h=2]El asombroso caso de los creepers[/h] [h=3]De teddy boys a punk rockers. Del gótico a Armand Basi. Y de Prada a Chanel. ¿Antiestéticos o trendy? Se abre el debate[/h]
Marta Hurtado de Mendoza06/06/2012
Solo con mirar un par de creepers suenan canciones. Como si la caja en la que están guardados fuera una de música, con levantar un poquito la tapa y ver su suela empieza a sonar una melodía. Pocos zapatos son tan musicales como los
creepers; a lo largo de su historia han formado parte de tantos
movimientos hilvanados alrededor de la música que podrían ser algo así como la canción oculta de esos discos que se quedan dando vueltas y que, cuando parece que acabaron hace horas, de pronto vuelven con un tesoro escondido...
Como otras tantas prendas que se han convertido en
eternas e históricas, el origen de los
creepers está en el
ejército. Los soldados ingleses de la II Guerra Mundial que estaban destinados en África utilizaban botas de ante con la suela más potente posible para protegerse de los rigores climáticos del desierto. De la
evolución y adaptación al medio de esas
suede boots, nacieron los creepers. Meses más tarde, cuando los soldados volvieron de permiso a Londres la ciudad para disfrutar, ejem, de la noche inglesa, se les bautizó como
brothel –burdel en inglés–
creepers.
En los 50's empezó el mito. El momento en que un
teddy boy los eligió para completar su look de pantalones súper ajustados y un punto tobilleros, de las corbata súper finas, de los tupés y de las camisas de color eléctrico
nació un icono. Cada paso que se da con unos
creepers es rock n' roll. George Cox fue el primero en crear unos
creepers que se convirtieron en objeto de coleccionista y los llamó Hamilton. Hoy, tener unos Hamilton es lo más parecido a tener un incunable.
Y en los 70's se volvieron punk. En el momento en el que
Malcom McLaren los decidió poner a la venta en la mítica
Let It Rock –la tienda que compartía con
Vivienne Westwood– su historia sufrió un viraje. McLaren había pensado en los teddy boys, pero les encantaron a los punkis. De los fans de los Sex Pistols pasaron a los que bailaban ska, psychobillie y
grease. Y de ellos, a la ola más oscura. En los 80's empezó el reinado de
Underground, la firma que se ha convertido en su máxima valedora.
Hubo un momento clave en el renacimiento de los creepers: el desfile de
Armand Basi One de otoño/invierno 2009, a cargo de Markus Lupfer. Los creepers de Underground marcaban un paso marcial sobre la pasarela y medio mundo se enamoró de
esos zapatos de Frankenstein –Underground los fabrica hasta con un triple y dramático grosor de suela–. Se obró el milagro: todo el mundo quiso unos
creepers. Incluso los que cada vez que los veían evocaban a los miembros de la Familia Addams y demás clichés góticos. Podrían resultar extravagantes y oscuros, pero habían entrado en las coordenadas
fashion.
De
Armand Basi se pasó a los ideados por
Ashish –customizables con
tipp-ex–, de éstos a los de Mugler y Cassete Playa y de ellos, a los de
Prada de primavera/verano 2011 y los de
Crucero 2013 de Chanel. Los de Prada llevan el histrionismo de las suelas hasta el infinito y más allá –combinando esparto y goma de colores fluorescentes– y los de Chanel se centran en suelas blancas y un punto quizá menos gótico y sí más
preppy. Pero hay algo inmune a cada reinvención de los
creepers: la música que suena con cada pisada que marcan.