La verdad es que el Ridley Scott podía haberse estrujado algo más las neuronas y haber hecho algo más que repetir por enésima vez Robinson Crusoe esta vez en versión marciana.
Ya puestos, prefiero incluso la versión de Tom Hanks - Náufrago- que sin ser nada del otro jueves, tenía algún que otro apunte interesante del que esta del marciano carece y de la que es una mala copia descarada. Por no hablar de otras como La vida de Pí e incluso de una , de cuyo título no me acuerdo, que fue muy poco conocida y no estuvo mucho en cartelera, pero que era memorable en cuanto a la descripción- sin una sola palabra- de lo que le ocurría al náufrago. Se agradecerá a quien alivie mi Alzheimer galopante que me recuerde su título.
Volviendo al marciano, la última media hora es inolvidable, sobre todo para no volver a verla e incluso en pensárselo dos veces antes de ver otra película del señor Scott: cuando empieza el relato épico del salvamento, es difícil caer en más topicazos, simplezas y manipulaciones emotivas. Puestos a encontrarle una virtud, le agradezco al señor Scott que haya tenido la amabilidad de librarnos de lo único que le faltaba a la película, a saber, la típica esposa acompañada de los hijos pequeños llorando angustiados delante del televisor y suplicando aquello de papá vuelve pronto,te queremos. Todo un detalle que nos haya librado de dicha tortura.
Y poco más. Mi cartera salió aullando del cine por los 6 euros volados - 12 contando con los de mi mujer- y preguntándome cómo el autor de películas interesantes como Blade Runner, Alien, y hasta Amerian gangster, que sin ser obras maestras no dejan de ser un cine honesto en su línea, ha podido ser tan vulgar en un tema que, pese a lo manido, podía haberle sacado punta.
Pero claro, cuando uno piensa que también fue capaz de bazofias como La teniente O´Neil, tampoco resulta tan sorprendente.
Huir.