B
burkan
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Ah..... esa avioneta que cruza el desierto con una amante muerta, el corazón destrozado de ese hombre tan hermoso y viril, tan honesto y fogoso en sus sentimientos; tan formidable esa unión clandestina y pasional, tan aclamada por los corazones-lanzallamas a los que las tramas secretas de una guerra inminente y los odios de los antes amigos y ahora enemigos encandila y atormenta los auras simulados de estos conspiradores y débiles hombres en busca de honor.
Ella muere esperándolo malherida en aquella cueva que tanto sacrificio llevó encontrar y justo ahora viene la guerra a arruinarlo todo. La guerra arrasa con los amigos, la desconfianza y el escepticismo que carcome la endeble armonía y balance de un grupo de románticos en un desierto ajeno en busca de señales de un pasado en el que los hombres dibujaban para trascender.
Y por otro lado existe una enfermera que choca contra la anarquía de las pérdidas: la amiga por una bomba- a la que le dá dinero para comprarse un soutien - la paciencia con el paciente ¿ inglés ? del que nada se sabe salvo que habla la lengua de Shakespeare con gran pericia; choca contra otra cultura en forma y piel de un desarmador de bombas que la hace plena y feliz... pero por unos días. Él es de otro universo completamente desigual, lejano y desconocido. La enfermera - canadiense francoparlante - aprende a amar locamente al desarmador indio aunque sabe que la relación no prosperará, no llegará a ningún lado y sin embargo..... ama. Ama y es amada. Y de pronto el mañana es mañana. Y nada logra rememorar el pasado: ni un diario que carcome peor que las quemaduras ni un hombre que viene a buscar venganza y no la encuentra...
Porque el mañana ya no importa para nadie de la película. El futuro es ahora para todos allí; y el después.... se verá. La formidable escena de la enfermera que vuela con las sogas para mirar unas pinturas en una iglesia con la antorcha que le da el soldado indio es superlativa y justifica mirar toda la peli aunque no gusten las historias de amor.
Lo confieso: amé a Anthony Mighella por su forma de filmar, de ver a través de sus encuadres, los planos, los metamensajes que bosquejaba en cada cambio de secuencia, cada rincón de los guiones brillantemente llevados a imagen con una soltura y capacidad de relevancia pocas veces vista, incluso, en el cine británico. Su legado y testamento cinematográfico, sin embargo, está tatuado en Michael Clayton, una de las películas mas brillantes que vi en mi vida.
Elenco espectacular, paisajes fantásticos de un desierto del que puede jamás pisemos ( con temeraria pobreza digo que yo pisé la Isla de Sal dos veces.... ) y menos aún no indagaremos a beduinos en busca de cuevas encantadas y pintadas por seres extraordinarios que tenían para contar historias extraordinarias.
Minghella se ha ido, pero nos dejó esta obra maestra de la cinematografía mundial. Leí la novela de Michael Ondaatje ( horrible y mediocre ) con bronca pues es de una calidad demencialmente espantosa en comparación con la maravilla de guión que escribió para llevarla al cine.
El que todavía no la vio deberá rendirle cuentas a los Dioses Griegos. Conste en actas.
Ella muere esperándolo malherida en aquella cueva que tanto sacrificio llevó encontrar y justo ahora viene la guerra a arruinarlo todo. La guerra arrasa con los amigos, la desconfianza y el escepticismo que carcome la endeble armonía y balance de un grupo de románticos en un desierto ajeno en busca de señales de un pasado en el que los hombres dibujaban para trascender.
Y por otro lado existe una enfermera que choca contra la anarquía de las pérdidas: la amiga por una bomba- a la que le dá dinero para comprarse un soutien - la paciencia con el paciente ¿ inglés ? del que nada se sabe salvo que habla la lengua de Shakespeare con gran pericia; choca contra otra cultura en forma y piel de un desarmador de bombas que la hace plena y feliz... pero por unos días. Él es de otro universo completamente desigual, lejano y desconocido. La enfermera - canadiense francoparlante - aprende a amar locamente al desarmador indio aunque sabe que la relación no prosperará, no llegará a ningún lado y sin embargo..... ama. Ama y es amada. Y de pronto el mañana es mañana. Y nada logra rememorar el pasado: ni un diario que carcome peor que las quemaduras ni un hombre que viene a buscar venganza y no la encuentra...
Porque el mañana ya no importa para nadie de la película. El futuro es ahora para todos allí; y el después.... se verá. La formidable escena de la enfermera que vuela con las sogas para mirar unas pinturas en una iglesia con la antorcha que le da el soldado indio es superlativa y justifica mirar toda la peli aunque no gusten las historias de amor.
Lo confieso: amé a Anthony Mighella por su forma de filmar, de ver a través de sus encuadres, los planos, los metamensajes que bosquejaba en cada cambio de secuencia, cada rincón de los guiones brillantemente llevados a imagen con una soltura y capacidad de relevancia pocas veces vista, incluso, en el cine británico. Su legado y testamento cinematográfico, sin embargo, está tatuado en Michael Clayton, una de las películas mas brillantes que vi en mi vida.
Elenco espectacular, paisajes fantásticos de un desierto del que puede jamás pisemos ( con temeraria pobreza digo que yo pisé la Isla de Sal dos veces.... ) y menos aún no indagaremos a beduinos en busca de cuevas encantadas y pintadas por seres extraordinarios que tenían para contar historias extraordinarias.
Minghella se ha ido, pero nos dejó esta obra maestra de la cinematografía mundial. Leí la novela de Michael Ondaatje ( horrible y mediocre ) con bronca pues es de una calidad demencialmente espantosa en comparación con la maravilla de guión que escribió para llevarla al cine.
El que todavía no la vio deberá rendirle cuentas a los Dioses Griegos. Conste en actas.
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